Di la verdad

“¿Callabas por temor a herirme o porque sabías que tu silencio tenía una crueldad sin límites?”

Es increible cómo las personas vienen y van a lo largo de nuestras vida, se supone que unas dejan huellas y otras no, unas duelen y otras sólo incomodan, otras transforman la forma en cómo vemos las cosas para mal o para bien, quizá la mayoría sin mayor relevancia… cuando se pone interesante, es cuando, sin conocimiento cierto de causa comenzamos a hacer algo bello y terrible al mismo tiempo, esperanzador y arriesgado, dar concesiones de nuestra felicidad.
Iniciamos con ceder una parte pequeña, “mi tranquilidad sólo depende de saber de ti cada tercer día, aunque sea por telefóno u online”… notamos el cambio en nosotros pero hasta ese punto es agradable y lejanamente nocivo… eventualmente, estas concesiones crecen, se expanden, damos y damos… y llega el instante que, al verlo llegar de golpe, nos aturde, y cuando preguntamos a nuestro YO interior el por qué, es que simplemente es demasiado tarde… no hay mucho que hacer sin evitar un poco (si se tiene suerte) de sufrimiento.
Lo mejor será, procurar al sujeto accionista mayoritario de nuestra felicidad, expresarle lo que se ha convertido y, esperar que, asuma dicho dulce y temerario encargo al correspondernos en sentimientos, que considere realizar concesiones similares, concesiones recíprocas de felicidad… formar una relación juntos.
Existen amigos y seres queridos que son asunto de nuestro bienestar… pero a pesar de que pueden ser muchos los accionistas de nuestra felicidad, cuando nuestra pareja se va, todo se cae y se devalúa… todo muere y la “Happy Enterprise” se cae, ya nada importa.

Debería haber mejores formas de cotizar algo tan valioso.

yo, despues de un poco de ejercicio, ahora a beber como lo marca la biblia

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