Soy un hombre
que puede agradecer y presumir de haberlo tenido todo y darse de topes en la
cabeza por haberlo perdido… tal vez para siempre, sin segundas, terceras o
cuartas oportunidades ni mágicas coincidencias o reconciliaciones.
Lo peor no es
que a uno lo dejen de amar, sino que esa persona que lo ama a uno pierda todas
las ilusiones que algún día construyó a nuestro lado y no haya nada ya que se
pueda hacer para que las recupere porque sencillamente ya no están ahí; que no
exista el poder para levantar esos anhelos en ruinas y hechos polvo.
Escuchar un: “ya
es demasiado tarde”, es devastador. Ser el causante de ese “ya es demasiado
tarde”, para morirse y, antes de morir, repetirse un millón de veces “qué
pendejo fui”.
Aquí no hay máquinas del tiempo ni vueltas en U, sólo errores que
acumula el tiempo en el corazón… desgraciadamente.
Nada genera
mayor temor que la incertidumbre de saber si algo es pasajero o tajantemente
definitivo.
No hay peor impotencia y frustración que saber que, allá afuera de
mi mundo, no hay otra como ella: tan amiga, tan amante, tan entregada, tan
hermosa, con ese aroma, con esa textura, con ese timbre de voz , con esa
risa, con esa mirada, tan sincera; a veces tan brutalmente sincera.
No hay peor
arrepentimiento y culpa que haber sido el causante de que lo más nutritivo y
valioso que se tenía en la vida haya terminado y no saber en dónde estuvo el
error… o saberlo y que te lo digan a cada rato y ya no poder hacer nada para
enmendarlo, o haber prometido no volver a cometer el mismo error y seguir
errando.
Soy humano, y
por eso a veces no quisiera serlo, pero juro que día con día lucho por ser una
mejor persona porque creo que esa es una de las pocas cosas a lo que se viene a
este mundo. Aparte de amar.
Me quedo con la
primera vez que te vi y pensé y sentí lo que nunca antes había pensado y
sentido al ver a una mujer. Con cómo me decías “amor”, cuando empezábamos a
salir. Con tu forma de ser tan auténtica y honesta; sin poses.
Por hacer y decir las cosas ha como las
sentías; poca gente tiene eso, y esa es una de las tantas cosas que admiro de
ti: que no te andas con jaladas. O es o no es, o estás al 100 o no estás; esa
sencilla frase la aprendí de ti.
La primera vez que me quedé a dormir en
tu casa sin la preocupación de no llegar a dormir a la mía y que me haya valido
madre que me regañaran porque valdría la pena el regaño, y también la primera
vez que tú te quedaste a dormir en la mía.
Con todas esas
veces que se me durmió el brazo abrazándote toda la noche.
¿No sé si sabías
que fuiste la primera en darme un beso en la palma de la mano? No se me olvida,
Todos los viajes que hicimos; mejor compañera de viaje no puede haber. También
los viajes internos, que fueron los más importantes.
Cuando te
gustaba lo que escribía y mi premio era arrancarte dos que tres lágrimas, en
serio que me hacías sentir tu Joaquín Sabina de pacotilla.
Y por encima de
todo, me quedo con todo lo que me hiciste sentir y cultivaste en mí en estos
casi 2200días de estar conmigo, y que todo lo hacías a un lado para estar
siempre a mi lado. Todo.
Y si algo tengo
que agradecerte, aparte de todo lo que me diste, es haber roto ese mito de que
el amor y la emoción de estar enamorado dura sólo 6 años.
Te agradezco por
siempre estar ahí, con dinero o sin dinero, de buenas y de malas, con mis
cosas, mis inseguridades, mis temores, mis celos, mis sueños, mis secretos, mis
fallas, mi forma de ser extraña y mis virtudes que viniste a multiplicar.
Y te pido disculpas por no saber bailar, por a veces hacerte pagar porque no traía dinero, por las veces que te hice enojar, por las veces que no te pedí perdón, por la falta de detalles, por dejarte de escribir cartas de amor, por decir pendejadas, por cobarde, por mala copa, por infantil, por enojarme y cantarte cosas del pasado que no vienen al caso, por egoísta, por cómodo, por todo lo malo, por haber sido algo importante en tu vida y dejar de serlo, por no darte todo lo que quieres tener y mereces tener… ya no puedo seguir escribiendo esto…
Disculparán si me tardo en escribir...
Gracias.
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