Aquí estoy una vez más
conversando con mi soledad.
Dejando lágrimas escapar.
Pensando en todas las cosas que ya no van a estar.
Recuerdo nuestras risas a la orilla del mar
y las miradas que ya no volverán.
Recuerdo cuando me tomabas de la mano,
para que todos notaran nuestro amor.
¡Diablos!
Esa inquietante sensación de pensar que todo se puede arreglar,
está atravesando mi cerebro otra vez...
Mi cerebro, mi corazón y a lo peor de todo, mi dignidad.
La ignoro...
La ignoro de la misma forma que tú me ignoras a mi.
Trato de pensar en otra cosa, de hacer otra cosa.
¡ESCRIBIR! Si, escribir.
¿Pero sobre qué escribo?
¿A quién le escribo?
Si todo en mi mente aún se trata de ti.
Igual lo hago, es la única forma de hablarte,
de expresarme y liberarme sin que lo sepas.
Te extraño, a veces un poco más,
a veces un poco menos,
pero nunca puedo dejar de hacerlo.
Cierro los ojos y respiro...
El amor ¡AY, EL AMOR!
Ese sentimiento que te lleva directo al cielo,
para luego arrojarte al piso y hacerte añicos.
Añicos soy ahora y seré por un tiempo.
No escribo esto para que lo leas, mucho menos para que vuelvas.
Sin embargo, creo en el destino y en el enorme pero pequeño mundo del internet,
en el que todo puede pasar.
Y lo peor de todo, me toca estar en el mismo mar,
en el mismo restaurant, en la misma calle
y sobretodo en la misma casa...
Esta vez sin ti.
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