Tu sonrisa en noches de velo...

Anoche me di cuenta que sonríes mientras duermes. Fue una coincidencia, casi un error: te vi de reojo buscando el reloj justo en el momento en que tus labios se encorvaron por sólo unos segundos. La imagen me pareció terrible y conmovedora. Tuve que quedarme despierto, observándote, esperando que lo hicieras de nuevo sólo para verificar mi visión. Y lo hiciste. Sonreíste un par de veces más, quizás para torturarme. Hasta ayer podía presumir conocer todos tus gestos y sus significados a la perfección. Sé que recorres tu cabello por detrás de tu oreja cuando algo te interesa o te intriga. Sé que ladeas tu cabeza ligeramente a la derecha cuando una plática te ha aburrido. Sé que empiezas a tronar tus dedos cuando intentas esconder algún secreto. Y sé que sólo cruzas tus piernas cuando te sientes segura, en completo dominio de la situación. También conozco de memoria todas tus sonrisas, o por lo menos creía saber de todas. Después de unos años de vida en conjunto se empieza a presumir que se está consciente de todo lo que el otro es y hace, no queda más por descubrir, no queda nada más que la monotonía y quizás la comodidad de creer saber a la perfección quién duerme a tu lado. Hasta ayer yo pensaba conocer todo sobre ti. Hasta ayer... Tu sonrisa de anoche era tan diferente que parecía no ser parte de tu rostro. Por un momento te desconocí, dudé si compartía la cama con la misma persona de todas las madrugadas. Sí eras tú y al mismo tiempo eras otra. Bajo cualquier otra circunstancia podría haber asegurado que estabas fingiendo el gesto, que te ponías otra de tus tantas máscaras para engañar a alguien. Sin embargo, tu sonrisa fue involuntaria, espontánea y, sobre todo, discreta. Las sonrisas discretas son generalmente puras, transparentes: no intentan ocultar nada porque no parecen siquiera imaginar la existencia de los secretos. Tu sonrisa era franca, es lo único que puedo decir sobre ella; lo demás sigo sin poderlo imaginar. Todo el día me ha torturado tu imagen dormida y ahora no me permite cerrar los ojos de nuevo. Debo verla, debo descubrirla una y otra vez, debo entender qué significa. Debo saber qué quieres decir. Estoy inquieto, emocionado, perturbado y temeroso por primera vez en mucho tiempo y tú ni siquiera te das cuenta. ¿O sí te das cuenta? ¿O has ensayado esta misteriosa sonrisa por años mientras dormías esperando alguna noche intrigarme con ella? ¿Has planeado y puesto en marcha esta novedosa estrategia para inspirar mi desesperación y mi deseo? ¿Te alegra saber que en este momento posees tanto poder sobre mí? Tus piernas no están cruzadas, quizás no creas tener el control de la situación. O quizás el resto de tus gestos, el resto de tus sonrisas han sido falsas, todos ellos trazados para engañarme, para hacerme creer que te conocía, para hastiarme con lo mismo y de pronto, un día sorprenderme con la persona que nunca fuiste frente a mí. No. No serías capaz de armar semejante charada, te sentirías mal por engañarme. La sinceridad siempre ha sido una estricta política en nuestra vida marital: no hay espacio para mentiras, no hay espacio para secretos, no hay espacio para el más emocionante de los misterios que es hoy está sonrisa. Entonces no lo sabes. No sabes que sonríes cuando duermes. No sabes que ayer te vi hacerlo. No sabes que desde entonces no puedo dormir. No sabes cuánto me intriga esta nueva sonrisa. No sabes lo excitante que encuentro este enigma. No sabes cuántas ganas tengo, esta noche más que nunca, de amarte de nuevo.

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