Te fuiste.
Te fuiste y empecé a sentir
como las horas envejecían en mis manos,
en mis ojos.
y entendí que los domingos habían muerto
en mis letras,
y todas las canciones se habían puesto de acuerdas para hablar de "nosotros".
Te fuiste,
y así fui cargando con el peso muerto de tu recuerdo
en mi espalda, solo para ver la mediocridad
de todas las mujeres que no sé parecen en nada a ti.
Olvidar.
Olvidar ha sido el verbo más difícil
del cual he aprendido que las heridas son necesarias
para seguir sintiendo.
Para darme cuenta que no soy de piedra sino de mar.
Sino de amar.
Pero te fuiste
y la primavera se llevo los girasoles de tus ojos
al país de nunca jamás.
Me enamoré de la culpa.
Me olvidé de la risa.
Y aunque a veces sería bueno entender
que está en juego mi destino, no puedo.
Pues te fuiste,
y me he quedado en blanco y negro
en la espera de lo que ya no sé debe de esperar.
En la espera....
de lo que ya no volverá.
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