El lunes es uno de esos días en que todo cobra sentido sólo para recordarnos que nada lo tiene.
Los únicos lunes que valen la pena, son los que al día siguiente no se tiene que trabajar. O en los que corre el viento aunque haya mucho sol.
Las pequeñas cosas siempre están ahí para sorprendernos. Para salvar el día. Para enfrascar demonios aunque sea por un rato.
Creo que el mundo terminará cuando nos quiten esto. Cuando nosotros mismos cambiemos esos instantes por falsas necesidades o distracciones por las que pensemos que vale la pena morir... o matar.
El horror sobrepasará a la actualidad y ya no habrá refugios momentáneos: hojas anaranjadas cayendo del árbol, lagartijas trepando por su corteza, filas de hormigas cruzando la banqueta, nubes de fuego en un amanecer de tonos rojos...
...o martes sin ir al trabajo para pasarlos contigo.
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