la misma mente

 A veces soy feliz con cualquier cosa.

 Abro mi laptop, pongo música, escribo tonterías mientras bebo una michelada a las seis de la tarde y saludo a las aves que se asoman por la ventana.


 Sonrío de corazón y doy gracias. A dios, a la naturaleza, a la cafeína, a esos neurotransmisores en mi cabeza, a lo que sea. 

Doy gracias. Me siento la persona más afortunada del mundo y respiro profundamente para evocar ese momento tan simple.


Pero en veces no puedo. Camino en el sol enfadado y molesto.

 Odio no estar en las circunstancias por las que me he esforzado tanto. No le veo fin. Pierdo la fe en todo en un segundo.

 Camino enseguida de ti y no me molesta que seas feliz con tan poco.

 Me molesta que no me hables y que no me mires y que no me abraces.

 Odio no tener con quién hablar.

 Odio sentirme discapacitado. 

Me siento inseguro de mi acento, de mi cuerpo, de las vueltas tan chistosas que da mi imaginación.

 De mi futuro. 

Odio depender de la gente y sentirme atrapado.

 No me importa que teniendo la oportunidad sea tan feliz en cuatro paredes… me molesta que llegando el momento, no tenga otra opción.

Y se que no es el sol ni mi dolor de cabeza ni la música ni la cafeína. 

Soy yo.

 Hay algo dentro de mí que se enrosca y pelea contra sí mismo.

 Algo que va más allá de un estado de ánimo hormonal o ambiental.

 Algo que me tiene en una bipolaridad circunstancial que no es ni normal ni sano. Pero, lamentablemente… es mía.



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