Yo a veces me considero alcohólico, a veces no. Entiendo que se me facilita perderme y autodestruirme, y encuentro una satisfacción en la ruina que es difícil de explicar. Entiendo que mi ruina se pudo haber manifestado de cualquier forma bajo cualquier sustancia, esa furia que me consume en las madrugadas alcoholizadas que me llevan a hacer aquellas cosas- esas cosas que entiendo en el momento pero que no tienen explicación al día siguiente, cosas que entiendo porque la ruina está a mi lado. La ruina está conmigo cuando peleo, en la forma tan absoluta y perfecta que brillo en el conflicto. Conflictos de odio y amor, peleas en la calle, arrastrándome en la banqueta cubierto en mi propia sangre o golpeando alguna puerta para que me abran. La ruina me protege y me encuentra en los mejores y peores momentos, se manifiesta en el fondo de una botella vacía, en los mingitorios, en los espejos cubiertos de humo. Me sonrie y me apoya a lanzarme en paracaídas en situaciones sociales adversas- me dice que le hable a esta persona, me susurra al oído que le pregunte a esa mujer si alguna vez se la han mamado. La ruina llegó para llenar mis vacíos creados en mi infancia o adolescencia- la verdad no sé- pero sé que ha estado ahí mucho tiempo. La ruina juguetea conmigo cuando manejo en un freeway lleno de luces borrosas a altas velocidades y a peores horas de la noche- me pregunta la ruina: qué si movieras un poquito el volante a la derecha? Preocupado en un balcón me encuentra la ruina, me pega un par de palmadas en la espalda al verme preocupado y me dice la ruina: a quién le van a importar tus preocupaciones en mil años? Me rio y no le refuto nada, sé que tiene razón. La ruina es mi amiga y compañera, pero no está conmigo en todo momento como una buena amiga debe serlo. La ruina me deja en las mañanas con el sol. No me avisa ni se despide nunca. La ruina mi traviesa amiga no está conmigo cuando limpio una fiesta desordenada, o cuando busco un condón usado tirado y encuentro uno lindamente cerrado en el buró. Cuando la ruina no está paso malos ratos. Sus despedidas me dejan vomitando en las mañanas con ceniza en la garganta, o me dejan tirado en una cama con mi cabeza a punto de implotar. Me deja a veces, la ruina, limpiando costras de sangre de mi nariz o cara. Casi siempre me disculpo por ella. Me deja con menos amigos y menos mujeres. La ruina me deja con la cartera vacía- no paga la cuenta nunca, mi amiga. Pero mi amiga la ruina tiene amigos por todo el mundo. Entiendo que no puede estar conmigo siempre. He aprendido a compartir y a esperarla. No me importa ya justificarla en su ausencia. Me lavo los dientes y me uno a la fila de títeres aburridos viendo el reloj, esperando el camión o que caiga algún meteorito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario