Patria y religión. Dos ideas que han estado aquí desde hace mucho tiempo; dos cosas que nunca he comprendido ni he querido necesitar porque creo que son enfermizas. Sin embargo, con el tiempo me las he ido formando a mi manera. No las he ido construyendo porque sienta un gran vacío existencial, sino por gusto propio. Porque creo que empiezo a entender ambos términos y la trascendencia que pueden tener en nuestras vidas.
Por eso te elegí a ti como mi patria, porque la otra patria uno no la escoge y es un sentimiento algo ambiguo que delimitan las fronteras y florece cada que nos conviene. Lo nuestro simplemente floreció y florece a diario. Y carece de fronteras, espacio y tiempo. Con una que otra guerra de vez en cuando, jejeje.
Te declaro a ti mi patria porque no creo en otro nacionalismo que no sea la belleza. Tu belleza. Interna y externa. No sé si el nacionalismo tenga algo que ver con la belleza y esto suene absurdo, pero es mi manera de darle valor y forma a todo lo que para mí representas.
Eres la patria de la que nunca renegaría. De eso puedes estar bien segura. Yo no digo: “Soy mexicano”; yo digo: “Soy de ella”. Eres el territorio que mejor conozco, del que nunca me quiero ir ni quiero ser extraditado. Y quiero seguir siendo su único habitante. Eres el territorio que me vio nacer, pues nacer es cambiar, es abrirse, es ser mejor o querer serlo. Una patria común y corriente no se da cuenta de esto. No lo comprende porque es imprecisa e intangible. Una persona a la que declaras tu patria, sí.
También eres la religión en la que decidí creer, porque es la única en la que puedo ver los milagros. Los vivo a diario. Ni todas las religiones del mundo juntas podrían comprobar tantos milagros. Aquí no hay ángeles con espadas de fuego, vírgenes que tienen hijos, viejos barbones que curan con magia o pecados. Aquí hay amor. Lo que ninguna otra religión profesa. Aquí no se piden sacrificios a cambio de un lugar en el cielo, porque el cielo eres tú, aquí y ahora. No allá arriba. Y lo serás para siempre. Incluso si hay algo allá arriba, a donde me elevo cuando me miras, me hablas, me tocas o me hueles.
La pregunta es: ¿puede una persona ser patria y religión al mismo tiempo? Sí, siempre y cuando se llame ...
Buen viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario