"Creces cuando aprendes a decir adiós".

 Pero yo no estaba (ni estoy) preparado para crecer en todos los sentidos. 

Yo no quería decir adiós. 

Yo no podía despedirme. 

Y no hubo más opción que hacerlo.  

2022 se ha llevado medio mí y no se cuanto tardaré en recuperarlo. 

Porque aún despierto y pienso en que estás, pero tardo tres segundos en recordar que hoy no voy donde estés tú. 

Que ya no me besa la de siempre. 

Que ya nadie va a hacer sonar las palabras como tú lo hacías. 

Y son los tres mejores segundos del día. 

Tú me enseñaste a crecer, me enseñaste a pedir perdón, a no ser tan negativo.

Me enseñaste que creer en alguien más que en mi mismo es posible.

Me hiciste ver que hay momentos en que no existe nada más. 
Me hacías volar.
Me hacías feliz...
 
Pero duele justo abajo del pecho. 

Y no es un dolor intermitente, siempre está activo. 

Siempre está recordándome lo puta que es la vida. 

Y me recuerda a cada instante que te has ido. 

Que ya no estás.

Y yo que pensaba que podía con todo y resulta que sólo podía con todo si tú me ayudabas. 

Pero no puedo luchar contra tí, ni con todas las ruinas que has dejado aquí. 

No puedo luchar contra los bancos donde nos hemos sentado, ni contra los sitios por donde hemos caminado. 

Y no puedo luchar con alguien que me hace sentir que ya no vale la pena. 

Ni que yo tampoco la valgo.

Que yo sigo fuerte pero no confías en mí, asi que si tu no confías en mí yo dejo de confiar en el mundo.

Ahora mismo nada tiene mucho sentido y me da igual que no me creas, porque noto como por dentro todo se está quebrando, como el fuego va arrasando cada parte de mi cuerpo. 

Noto como mi pecho hace tiempo que late por inercia, ya que solo eras tú quién conseguía hacerlo latir. 

No se que va a pasar, ni que caminos tomaremos. 

Pero simplemente gracias por haberme hecho sentir tan vivo tanto tiempo.



Y aquí cierro mi 2022 en ruinas. 

No pido nada para el 2023, ya que lo que quiero es imposible. 



No hay comentarios: