Caja de colores

Una mañana me enfadé conmigo mismo y decidí que no podía seguir así. Tenía que hacer una limpieza para poder seguir adelante, por lo menos debía intentarlo. No podía tirar mis recuerdos sin más, pero tampoco podía dejar que siguieran en mi corazón destrozando todo a su paso. Decidí guardarlos por si algún día necesitara usarlos de nuevo. 

Cogí una caja y empecé por el principio: la primera vez que te vi, sobresaliendo entre la gente, las primeras palabras y la primera sonrisa de complicidad. Entonces me di cuenta de que prefería ordenarlo por colores.

La caja amarilla la dediqué a las sonrisas. Todas las tuyas, las sinceras, las de “ hemos ganado”, las traviesas, las divertidas, las burlonas y las que me dabas cuando me veías. Las mías, las naturales, las cariñosas, las tímidas, las que te encontraban y las que te perdían…Las nuestras, las fugitivas, las complicadas y las inconformistas que querían más.

La caja de color marrón, la de las miradas. Las de tus ojos marrones, tiernas, apasionadas, preocupadas, enfadadas, tristes, dulces. Las mías: decepcionadas, esperanzadas, atrevidas, provocativas. Miradas de complicidad, cariño y valentía.

La verde, esperanzada, para los gestos. Tu implicación, mi cobardía, tu indecisión, mis caprichos, tu orgullo, mi esfuerzo, tu pereza, mi inocencia…Todo eso recogido en gestos, los típicos que nos ayudaban a dejar a un lado palabras innecesarias.

La caja azul, llena de palabras. Las bonitas, las sinceras, las de doble sentido, las que prometían todo, las que no llegaban, las que dolían y las que iban más allá.

La caja gris, de los días que no nos veíamos.

 Una morada, la de los partidos. 

Otra beige para los reproches, una naranja para las promesas,
una blanca para los silencios incómodos, culpables y los que existían al juntarse dos bocas en un beso. Y muchísimas tonalidades más, para las conversaciones interminables, los cuentos que me contabas, las caricias, los miedos, las lágrimas, los abrazos, los “ no te vayas”…¿ Y los sentimientos? Casi me los olvido, y me quedé sin colores.

¿ De qué color son los sentimientos? Así que me dije a mí mismo que todo estaba guardado ya, que quedaba la indiferencia, pero ya se sabe, que también quedan las mentiras. Recogí el amor y acabé de cerrar la última cajita. Las guardé y las miré con un suspiro, ahora tocaba vivir. Pero yo, torpe de mí, con esta memoria que es como un colador, me olvidé de la nostalgia. 

Traté de redecorarlo todo, ahora había muchísimo espacio. Pero no sé cómo, la caja de los sentimientos se abrió, estaba demasiado llena.

 La nostalgia me molestaba al leer o escuchar tu nombre, y el amor que no había cabido me abrazaba. Era soportable. Pero cometí un error, como no podía dormir abrí alguna caja. El cariño, el amor y la nostalgia me atacaron, la tristeza acudió a su llamada, y tuve que recuperar tus abrazos para poder conciliar el sueño.

A la mañana siguiente no tuve fuerzas para recogerlo todo de nuevo, no sé si por pereza o porque el vacío era demasiado grande. El calor me agobiaba, la fecha no acompañaba, puse el aire al máximo para congelarme como aquella noche de febrero. Fue otro error, uno más para mi lista que crecía cada vez más, porque las cajas se abrieron de repente, como acudiendo a una llamada invisible. Y con ellas las dudas, la incertidumbre, el miedo y el agobio. Me quedé quieto esperando a que la luna volviera a verse por la ventana.



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