Creímos en un inicio eterno pero se disipó con el tiempo entre las cenizas y las lágrimas del final. Te mordí el corazón y el sabor dulce del comienzo dejó paso a la amargura de un instante único que languidecía por momentos, evitando que alzáramos el vuelo para cumplir aquella promesa que jamás pensamos que podría no cumplirse.
La lejanía del recuerdo provoca que a veces se diluya como una gota de tinta en el agua cristalina, alejándose y evitando que la melancolía anide al comprender que era ley de vida. Otras veces se agazapa en un rincón esperando el momento propicio en el que por estar desarmada,quizás adrede, acierte en un blanco perfecto sin dejarme reaccionar.
Pero lo que importa ahora es que la felicidad te encuentre y te arrope entre sus brazos maternales, que te sostenga y evite cualquier caída y que, ante todo, no olvides que nunca es tarde para seguir soñando.
¿Cuántas cartas te habré escrito que tal vez jamás has leído?
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