Caminar de noche bajo la lluvia a veces es como llorar, o anticiparse a las lágrimas; poner pie, por error, en un charco invisible sobre la oscurecida acera y sentir la helada humedad en la punta de los dedos del desafortunado pie, es como un traguito amargo de sailva, justo ese que precede a la injusta – pero liberante – lágrima; y los recuerdos. Los aprisionantes recuerdos.
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