Quedaba lejos aquella noche en que deseaba con toda mi alma ser la luna y observar lo que poseíamos desde fuera, como un espectador que mira con atención lo que otros tienen con envidia mal disimulada. Ahora simplemente la luna había pasado a vivir en mi cuerpo, que de lejos veía tus sonrisas dedicadas a otros astros que brillaban con más intensidad. Se habían acabado las canciones y solo quedaba esa lucha de instantes contra constantes, promesas pagadas con oro que pasado el tiempo, se desvanecía entre los dedos. No quedaba nada. Miré al cielo, y tampoco había nada que mirar. Efectivamente, aquella noche insípida y un tanto amarga era luna nueva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario