Distinguí su figura entre el gentío y creí que no era real. Nos miramos un largo rato entre el asombro y la estupefacción, rompiendo el silencio que se había formado con un abrazo que parecía no tener fin. Solo miraba su rostro y sonreía, mientras nos repetíamos sin cesar lo mucho que nos habíamos echado de menos.
Prometió no volver a irse. Lo había prometido tantas veces que nunca confiaba en que fuera a ser real, y sin embargo me gustaba aquel ritual, que me prometiera quedarse conmigo aunque no fuera a hacerlo. Si algún día dejara de hacerlo, eso sería como la confirmación de que no íbamos a encontrarnos de nuevo entre la casualidad.
Me ofreció una copa y la rechacé. Me miró con una mezcla de asombro y diversión.
- He sentado cabeza.
- Pero así nos conocimos, ¿recuerdas?
Asentí y acepté la copa.
Horas después ya se había ido. Me quedé inmóvil en un rincón sabiendo que de nuevo faltaría tiempo para volver a encontrarnos. Pero lo haríamos. Siempre lo hacíamos.
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