He recorrido muchos caminos en mucho tiempo, tantos que ya no me está alcanzando la memoria, esta memoria terca – con todo derecho – que tanto pelea con el corazón.
El chapoteo coqueto de las olas del mar de Cortez, casi musical, un amor al mar que se viene en mi alma hasta en sueños.
Las noches de trova, bajo y batería que nunca terminarón; de las que nunca existió una última, nunca hay una legítima despedida, jamás podrá caber en un corazón el finiquito espiritual de esas noches, la trova es amor, amistad, la apropiación rebelde de la noche para hacer que el sol salga dos veces un mismo día.
Y todos están allí, afuera, aquí dentro.
Es en este pequeño lobby de paredes azules que he adornado con miles de fotografías donde terminan las noches con trova y la bella vista de la ciudad a través del ventanal, lejana sobre la montaña urbanizada.
Cómo ha cambiado todo.
Pero la nave seguirá a flote, no teman, yo mismo fabriqué las velas y sigo a cargo del timón.
Sólo son las aguas que están emocionadas porque me acerqué a saludarlas ¿soy el Capitán sabes?
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