Quitas tu máscara - colocas la ropa en una silla y la sonrisa tirada en un cajón. Estás solo contigo y con ella.
Ella es cruel y aparece justo cuanto menos te lo esperas. Te concede ese estado de vacío y pánico. Te golpea, y lo único que puedes hacer es devolverle el golpe.
Golpearte a ti mismo. Que te duela fisicamente. Tanto para no dejar rastro y curarse.
Entonces te cansas. Duermes.
A la mañana siguiente te pones nueva ropa, una nueva sonrisa y sales por la puerta.
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