I
Temía que llegara el momento; los pájaros bailaban en tu ventana, tan bonitos bailaban en el cielo rosa, pálido, que se apagaba. Y se ha apagado. Tu ventana ha traído la noche, y los pájaros se han ido. Han desaparecido y no me han ofrecido ni una estrella que me velara. No he tenido más remedio que volver a nuestro mundo, ese del que trato de huir siempre que te tengo cerca. Temía que llegara el momento.
II
Y ahí estábamos, la noche otoñal, fría, seca, nosotros y nuestro mundo, o lo que queda de élla. Me ha dado náuseas mirar ahí, cuando me has abierto los ojos, zarandeándome con violencia me has obligado a MIRAR. Y he mirado. Nuestro mundo está sucio, tan aprisa nos marchamos que no recogiste tu basura, y yo me olvidé de la mía. Está sembrado de plantas venenosas, que intentan comernos los pies cuando uno de los dos se acerca, y las tres flores que quedan ya mueren con el frío otoñal. Nuestro mundo, otrora bello, cuidado y tan fuerte, se rompe y chirría débil, enfermo, quejumbroso. Tengo los dedos azules de haber palpado su tierra helada, sus rocas quebradas cortan el alma y está lleno de cuevas que acogen dudas y mentiras. Los ríos contaminados de fracasos lamen el orgullo y nos empapan de palabras huecas.
III
Y yo, que hice mi maleta sin pensar, creí que te harías cargo de élla hasta mi vuelta, como quien se va felizmente de vacaciones. Que regarías las macetas y arrancarías las malas hierbas. Que llorarías de vez en cuando en el río lágrimas de paz, y que te tumbarías a mirar la luna por las noches sobre la manta de lana que dejé y que todavía debe de oler a mi. Fui tan ignorante que no supe darme cuenta de que al irme me llevaba medio mundo; me llevé los colores, un trozo de luna y otro de sol, me llevé también la mitad de todas las conversaciones que teníamos, y la mitad exacta de la risa que compartíamos. Qué estúpido. Tampoco pensé que no era nada dejarte una manta y un abrazo de despedida cuando me llevaba conmigo todo el calor de nuestro mundo. ¿Y qué sentido tenía para ti quedarte en nuestro mundo a esperarme, cuando "nuestro" pasó a significar "tuyo" y "mío"?
IV
Tal vez fue el puro egoísmo lo que me hizo pensar que ibas a quedarte, no lo sé. Es tarde para plantearme nada. Es tarde para analizar quién pisó la primera flor o quién empujó a quién. En realidad empieza a no importarme lo más mínimo. Perdí el equilibrio. Yo, culpable: Palabras, palabras, palabras.
Asombrosamente, sigue habiendo caminos más o menos transitables, que van de tu alma a la mía. Anudan nuestros cerebros y nos encogen los vientres, distraen a nuestros pies y nos rozan las manos. Están ahí. Llenos de zarzas, cadáveres y frustraciones. Pero están, milagrosamente.
He vuelto con mi maleta, o lo que queda de ella. Tengo los pies en uno de esos caminos, tengo los pies dispuestos, pero cansados. Vuelvo con las lágrimas contadas en una cajita de mármol. Vuelvo, pero no sé bien a qué, ni por qué, ni qué camino tomaré.
V
Por tu parte, has regresado al frío polar, y has hecho de tu mundo un montón de muros, dudas, ladridos y ladrillos. No soy bienvenido en la comodidad de tu plástica indiferencia. Sería más fácil para ambos obligarme a salir de este camino que me aterra y que me altera, que me arrastra a tu cerebro de nudos. Te queda muy poco para sacarme del camino, pues no te conté un secreto: no sabes que en la maleta que sujeto con mis torpes manos no tengo más que unas gafas sin cristales, una promesa que se rompió cien veces, y una camisa vieja que jamás podría enamorarte.
Debería salir corriendo.
Tal vez, debería.
Pero no será hoy.
VI
¿Mañana?
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