La ventana es un piano melancólico, furioso,
cuya canción fugaz y eterna nace de las manos,
lágrimas, sueños y recuerdos de la lluvia pianista.
El agua se desliza por hojas, mejillas, paraguas,
tejados, parabrisas, semáforos y sombreros.
Todo salpica, chorrea, gotea, tiembla y se moja.
Los charcos reflejan como espejos rotos,
los guiños cómplices del universo.
Los ríos ríen, corren como niños de cristal
bajo lunas, flores, puentes y tempestades.
Llueve con entusiasmo amazónico.
En el cielo se libra una batalla apocalíptica
entre nubarrones negros y bestias de humo gris,
ante el oro de los faroles atónitos y las alas sucias
de las palomas, vagabundos y porDioseros sin nido.
Truenos retumban como maldiciones y cañonazos,
relámpagos dibujan cuchilladas y grietas de luz.
La tierra, cortezas, raíces, campos y semillas
cantan agradecidas el milagro de reverdecer.
Y cuando el mundo se despierta peinado y limpio
como para ir a la escuela, le regala una sonrisa
a la vida, a ese milagro de respirar y renacer.
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