No sé qué escultor oscuro
transmutó la piedra en ternura,
en qué mañana de carruajes y violines
No sé si era el encargo de un príncipe
o la flor pura de un hijo
No sé cuántas miradas, a través de los siglos,
se habrán consolado en tus comprensivos ojos
y qué tardes de lluvia disimularon
tus propias lágrimas
No sé qué me trajo hasta aquí, oscuro
hijo de piedra, en esta mañana de violines
No sé qué hice para que me miraras primero,
pero dejo, ante tu imagen, la flor pobre
de mi piropo:
Buon giorno, principessa,
la più bella del mondo
Ya sabes...
lo que te digo siempre
No hay comentarios:
Publicar un comentario