Lo que ayer cantaba...

Lo que ayer cantaba
ya no canta.
Murió de una flor en la boca:
no de la espina en la garganta.

Amaba el agua sin sed
y, por cierto,
a pesar de tener alas, miraba el tiempo
libre de necesidad.

No fue anhelo o imprudencia:
no fue nada.
Y el día toca en silencio
la desventura causada.

Si acaso eso es desventura:
perder la vida
sobre una rosa tan bella,
por una herida tan tenue.






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