No, no la temas, ella te mira
de donde tú doblas, constantemente, los días...
Y de noche, aun, te visita,
y tú quizá ni sospechas que algunas veces por tu hálito ella te respira...
Si, ella es detrás, siempre detrás de ti y es contigo
hasta cuando hacia las diez de un azul de septiembre tú vibras
con la brizna en ese algo que lejos de pulsarla
apenas si le mide en otro jade el minuto.
Ella es menos que una sombra o ese nadie que te pierde en lo invisible
y que te habita: más en tí, en tí
que afuera entonces del tejido
de la millonésima de segundo que tú mueres al vivirte...
Pero puedes con todo hacerte tú ella misma
ardiéndote antes de que se incline sobre tu velilla
tal el héroe al alzarla en una sola llama con la suya
ganándole al destino el soplo que lo seguía...
y como tú, pues, en el poema en que de súbito, asimismo,
quemas ese momento de la oscuridad o de la luz que de todo o de todos
asumiste y que con tu sangre, también le rindes en insignia
No hay comentarios:
Publicar un comentario