"Cosas irreales que tan sólo subsisten en la medida de nuestros miedos y de nuestra necesidad de ser tranquilizados: el sentimiento amoroso. La literatura, con la excepción de la poesía. La manera de contar el mundo en los periódicos. La seducción, la venganza, los honores. La conciencia que tenemos de nosotros mismos. Las escrituras de propiedad, las agendas y los calendarios.
Cosas innegablemente reales: el hambre. El frío. La poesía, toda la poesía. Mozart. El dolor de muelas. La dicha. La luz de las estaciones del año. Las voces que no oiremos más. El deseo de justicia. La falta de amor. La dicha, una vez más, sobre todo.
Cosas a las que acompaña un ligero dolor: no encontrar ya nada que leer. Salir de mi casa para tomar el bus. El empujón del lunes, los domingos por la noche. La mirada de las vendedoras en las tiendas de lujo, cuando se identifican con lo selecto de lo que venden.
Cosas que vienen por defecto en lugar de otras: la ambición. El dinero. Limpiar los cristales. Ordenar fotos. La ira. Los viajes.
Cosas que ocupan todo su espacio y tienen en sí mismas su propia suficiencia: atar los cordones a un niño. Leer un libro de un tirón. Cambiar el agua de las flores. La huella de un gorrión en la nieve recién caída. El amor."
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