Los lugares involucran muchas cosas: gente, comida, creencias, paisajes, aromas, historia... Muchas cosas. Todas esas cosas en conjunto terminan por darnos experiencias únicas; pero siento también que los lugares vibran por sí solos, y nos hacen vibrar en una misma frecuencia, provocando que -aunque vayamos de paso- echemos raíces al andarlos. Hay lugares que tocan algo muy profundo en nuestro ser. Nos transforman. Nos hacen ver la vida de otra manera. Despiertan sentimientos. O los reinventan. Los lugares son seres vivos con cinco sentidos, así sean espacios agrestes y solitarios o con toneladas de vidrio y concreto encima. Son como el arte, pues hacen brotar emociones, y las emociones nos recuerdan que no hemos muerto en vida. Pero, sobre todo, los lugares engendran recuerdos: lo único que permanecerá hasta el final de nuestros días. Los recuerdos son las raíces que esos lugares echan en nuestra memoria.
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