Hay cosas que a los adultos no se les puede contar. Tampoco cuando crecemos y nos volvemos adultos, pues para entonces ya hemos aprendido a arrepentirnos de haberles pensado, creído, temido, y así las enterramos en el subsuelo de la memoria donde nunca hay por que rascar.
Las personas adultas se avergüenzan de su infancia como si de su inocencia y luego también de su juventud, por que lo mas facil y lo más como y de lo mejor gusto es olvidar en tiempo lo que ya no se tiene.
Era como el dolor, que siempre llega pero siempre se va. Hasta que cualquier día nos vamos con el.
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