Atmósfera...

Pocas atmósferas me detonan tanto bienestar como el momento de las primeras copas con amigos al inicio de una noche en la que todavía nadie pacta su regreso a casa. Mi mujer estrenando un vestido violable, las mujeres de mis amigos oliendo rico con el pelo todavía húmedo, el abrazo ruidoso de quienes no tienen miedo a sobar una espalda peluda, el amigo valiente que agenda una canción vieja con la esperanza de alentar los buenos recuerdos sin temor a la rechifla. En ese rato a lo mejor no digo nada, pero le doy un trago a lo que tengo, beso a la de a lado o me clavo en las memorias de una melodía añeja mientras confirmo, con mentiras y sin, que aunque adoro mi pasado no podría estar mejor en mi presente. La dicha sin peros vuelve al menos lo que dura una canción. El silencio con la gente ya no me asusta, por un momento no me quiero ir a ningún lado, pospongo las despedidas y alargo la noche hasta donde puedo

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