El nuevo...

- Creo que he convertido en costumbre eso de treparme a trenes en movimiento. Por alguna razón siempre soy el nuevo, el recién llegado, la flamante adición de un grupo. Supongo que encuentro infinitamente atractivo descifrar códigos existentes, conocer dinámicas e interacciones ajenas y probar constantemente mis habilidades de ajuste y cambio ante cierta situación. O quizás soy un completo huevón que jamás podrá iniciar algo exitosamente y prefiero integrarme a lo seguro y en marcha, no sé. De cualquier manera, no es fácil ser el nuevo: todos te miran raro, te pierdes los chistes privados y no puedes evitar la sensación de estar siendo observado y evaluado muy de cerca. Y juro que no es sólo mi paranoia crónica que siempre me orilla a pensar que todos me odian secretamente. (¡Sí te odian, sí te odian!) Me parece un proceso bastante natural, la verdad; sí hay una fase de prueba, de ajuste de expectativas, integración y naturalización en la que el nuevo integrante del grupo sufrirá de ataques nerviosos constantes al imaginar el rechazo de los demás. Durante este periodo es completa responsabilidad del nuevo suprimir su neurosis, sonreír, verse bonito en la foto y decir a todo(s) que sí. También hay otra opción: podrías hacer caso a tus instintos autodestructivos, subirte al tren en movimiento e intentar cambiar su rumbo, o mejor aún: descarrilarlo. Podrías causar caos y conflicto; intentar derrocar el sistema, destruir lo preestablecido y correr el excitante riesgo de ser expulsado a toda velocidad y arrollado por la locomotora. Pero actualmente estoy medicado, en terapia y bajo cercana supervisión siquiátrica para ese tipo de cosas, así que que simplemente sonreiré

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