Refranes...
Desde un tiempo para acá, he entrado en la era del pájaro en mano. No me vengan con su albureada, cerebros cochambres. La era del pájaro en mano en la que ustedes están pensando la viví en la tempranísima adolescencia. Ahora, con la mente debidamente trapeada, me ajusto única y explícitamente al significado del refrán: Más vale pájaro en mano que ciento volando. Sí, lo confieso, soy un tipo de pájaro en mano, que piensa demasiado antes de dar un paso y tomar un riesgo. Si la vida fuera un partido de futbol (en muchos sentidos lo es) yo soy un técnico con tendencia defensiva que va ganándole 1-0 a la adversidad de la existencia y administra su humilde ventajita con un sistema ultra ordenado en donde ningún defensa se sale de su puesto y donde jamás se gasta un centavo irresponsablemente (regio había de ser) Hubo una época en la que veía volar cientos de pájaros y más de una vez me dio por cazarlos, aunque sin soltar el que tenía en la mano. Pero en el cielo del 2009 ya no vuelan muchas aves y el mundo se aferra desesperado a los desplumados pajarracos que yacen moribundos en sus puños.
He llegado también a la era de dejar correr el agua que no he de beber. La historia de lo que pudo haber sido es un caudaloso río donde corre toda el agua que no he bebido, las bocas no besadas, las palabras no escritas, las ciudades no recorridas. Pero en el agua no bebida también hay litros de veneno y sueños rotos. Ya que andamos chapoteando en aguas profundas, les narraré que este 2009 me azotó un tremendo zape y me echó en cara las mil y un veces que dije de esta agua no beberé. Sí, lo admito, peroré hasta la saciedad que jamás trabajaría en el gobierno y mira…por la boca murió este pez. Pero fue una muerte dulce. Pude haberme convertido en el perro flaco al que no le faltan pulgas, pero donde menos pensé, saltó la liebre y como hombre prevenido vale por dos y no hay mal que por bien no venga, puse diente agudo al pan duro y aquí me tienes.
Puse buena cara al mal tiempo y si bien no podría afirmar que nací con estrella, claro me queda que no nací estrellado.
Lo confieso, algunas veces me dio por sembrar vientos, pero hasta ahora no he recogido tempestades. Madrugo y Dios (en quien aún me niego a creer) me ayuda y si bien soy un puerco al que no le ha llegado su San Martín, he dejado de mirar el diente de mi gubernamental caballo regalado.2009: En año tuerto labrar un huerto
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