Mi padre llegó, me encerró en un cuarto, comenzaron a salir sonidos de su boca. Yo ya sabía. El amor de mi vida estaba muerta. A los niños los enseñas a lidiar con la muerte con los gatos, con el pececito dorado. Flushhh y bye, compras un pececito nuevo, y ya. Pero al amor de tu vida no, no puedes ir y comprar otro, como si fueran chicles, o manzanas, o servilletas. Estonoestápasandonoestápasandonoestápasando.
Habrían de encontrarse métodos más efectivos. Todo lo que podía pensar ese día era en por qué élla, y por qué no el. Estoy convencido de que eso me hace una mala persona, desear la muerte de otro en intercambio. Brrrr. Vamos, ¿de qué se trata? ¿Jugamos volados? Y así como años antes soñé a mi bisabuela, al poco tiempo la soñé a élla, ¿Se acuerdan de un juego de Bugs Bunny para Nintendo? Sí, yo sé, demasiado retro para ustedes jóvenes generaciones. Cuando soñé a mi bisabuela, la iba persiguiendo saltando sobre los cuadritos de las zanahorias. Nunca la alcancé. En algún punto estaba en la panadería de la esquina de la casa de mi abuela. Yo la veía por un telescopio, se acercaba, me besaba, y me decía adiós. A élla no. Lo único que recuerdo es que la encontraba entre una multitud, se acercaba a mi, y ls abrazaba. Sentí su cuerpo, lo olí, y su aroma era exactamente el mismo desde mi primer recuerdo, el mismo que acompañó todos los cuentos donde fuimos protagonistas. Sentí sus manos rasposas sobre mi cara, su respiración casi enfisémica, su mirada cansada y el calor de su pecho. La sentí tan absolutamente mia como siempre fue. Nunca tuve rival. Un día antes de su muerte la vi. Y me despedí de élla con un beso, un beso nada más, como si fuera una conocida, un compañero de trabajo, un equis en mi vida. Los sueños son estúpidos porque se sienten reales. Qué pinche broma de mal gusto
Todo se acabo...
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