De verdades absurdas...

Se dice que, dentro de un sueño, aquello que se imagina como una eternidad transcurre realmente en muy pocos segundos. También se dice que toda tu vida pasa frente a tus ojos justo antes de morir. Yo no defendería con certeza alguna de las teorías anteriores: he aceptado que ninguna causa es lo suficientemente buena para luchar por ella. De cualquier manera, sí puedo afirmar que el cambio en el fluir del tiempo es siempre la primera señal de que estás dejando la realidad. Quizás éste comience a escurrirse de tus manos en una huída legendaria que te hará correr tras de él; sentirás que debes apresurarte, pues una vida no será suficiente para cumplir todo aquello que has prometido. O quizás, de pronto todo se mueva más y más lento, hasta detenerse en el reflejo de una mirada. Tal vez, en algún momento, el tiempo deje de existir: de golpe, sin más. Pero los cambios de ritmo, están fuera de mí control. Las concepciones de temporalidad que me rigen son poco menos que un capricho ajeno. Más nada de esto importa ya: saltaré de cualquier manera, saltaré porque no hay más qué hacer. Sólo ahora comprendo lo ridículo de esta situación. Lo triste es que ni siquiera me gustabas al principio. Me gustaba que te gustara. Me gustaba cómo me mirabas: con respeto, con admiración, con todas esas cosas que yo no era capaz de ver en mí. Adoraba ser adorado e idolatrado por alguien con peores complejos de inferioridad que los míos. Me enamoré de tus ojos, de lo que veía en ellos y supongo que en algún momento me enamoré también de ti. Siempre supe que seríamos algo platónico. Hasta cierto punto, creo haberme asegurado de mantener lo nuestro así: la imposibilidad nos haría trascendentes, lo no consumado nos purificaría. La verdad, temía lo que pasaría si no te mantenía a cierta distancia. La verdad, si te acercabas más de lo planeado no sabría qué hacer. Siempre prefiero la certeza de una frustración a la duda de una realidad. Pero comenzamos a planear. Comenzamos a soñar una vida entera que sabíamos jamás se lograría. Creamos historias, personas, situaciones, hogares ocultos para resguardar la esperanza. Nos gustó jugar a lo imposible y nos enviciamos en los simulacros e imitaciones. Creo que entonces perdí el sentido del tiempo. A la noción del tiempo le seguirían los conceptos de distancia, espacio, razón y lógica. Un sí significaba no y una barrera sólo lograba acercarnos más. La gracia del inconsciente es que lo distorsiona todo y encuentra una forma de transformar la realidad en una ilusión perfecta. Me asumí como un títere y acepté moverme con las pautas de alguien más. ¿De quién? Sigo sin estar seguro. Eventualmente el sueño te destruye y la falta de objetividad termina por volverte loco: comienzas a querer aquello que ya habías aceptado jamás tener. Y terminas arrinconado al aire libre, con vértigo, con un irremediable impulso de huir. Y saltas. Como único gesto de claridad saltas. Se dice que, dentro de un sueño, aquello que se imagina como una eternidad transcurre realmente en muy pocos segundos. También se dice que toda tu vida pasa frente a tus ojos justo antes de morir. El problema es que no sé ya si he pasado una eternidad o un segundo cayendo. El problema es que no sé cuál vida veré antes de morir. Sólo espero no estar pensando en ti cuando el tiempo desaparezca

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