-Me gustaría preguntarte que es lo que tengo que hacer para que creyeras en mí. Pero se que no puedo, no debo, y en todo caso, tu no deberías decírmelo. -dijo mirandola.
-No es que no quiera, sencillamente no lo se. Una parte de mi quiere creerte, pero otra no me deja, no se por que, no quiero pensar en eso. -Contesto ella en un susurro.
-Se que tienes miedo, miedo de creer de nuevo, de sentir, de regresar al pasado, ese pasado que apenas hace unos instantes era tu presente -y tu futuro-, de pasarte noches mirándote las uñas, esperando, pensando. Me gustaría decirte "no tengas miedo", pero es una tontería, pedirle a alguien que no tema es como pedirle que deje de respirar. El miedo es parte de nosotros, nos mueve, nos impulsa, el miedo no debería se un obstáculo para hacer las cosas, al contrario; es por miedo -por dominarlo- que debemos seguir, si el miedo te domina, jamás podrás ser tu.-
La lluvia golpeteaba el toldo del auto, era una lluvia fina, tibia, que impregnaba el aire con olor a piedra, a tierra húmeda.
Andrea miraba por la ventana hacia la calle. Absorta. No decía ni una palabra.
-Se que tienes todo el derecho a desconfiar, no soy yo el redentor que viene a borrar tus cicatrices, -si acaso a difuminarlas con nuevas- pero eso no significa que todo lo que diga tenga que ser forzosamente puesto en duda. Puedes intentar imaginar que ganaría yo con ello, y apuesto a que la parte de ti que quiere creer se encontraría de pronto en ventaja.-
-En verdad me gustaría poder escuchar las cosas que dices sin tener siempre la duda, el miedo, estoy cansada, cansada de dudar, de temer, de sentir esa incertidumbre, de no saber que es lo que quiero -o saberlo y no aceptarlo-, pero no puedo hacer otra cosa.-
Afuera, la lluvia creaba pequeños filamentos sobre el parabrisas, cubriéndolo como una telaraña liquida, que destellaba lanzando pequeños reflejos mortecinos, pálidos, amarillos, como la luz de una vela a través de un vidrio turbio. El tibio olor a tierra mojada era más fuerte.
¿Como explicar lo que no necesita explicación?
-Se lo difícil que es confiar de nuevo, y por lo tanto se que no hay nada que pueda decirte que sirva para convencerte, las palabras no sirven, solo las acciones. -Dijo mientras se giraba.
Estiro la mano y tomo la suya, ella lo miro un momento, dudo y después la retiro.
El miro al frente, la lluvia arreciaba. El parabrisas era ahora una masa amorfa, filereada por innumerables y diminutas lanzas liquidas, tomó el volante entre sus manos, suspiro y sonrió