Después de una opípara cena el mesero le ofreció al comensal el café de la casa.
- ¿En qué consiste? - preguntó el comensal.
- Le traemos a su mesa un alambique portátil. En un recipiente colocamos anis, vodka y agua y los ponemos a calentar. Cuando hierve, el líquido viaja por el serpentín hasta el otro recipiente donde se junta con una mezcla de café, canela y cianuro. En unos segundos queda listo para servirse usando una espita. Le sugiero que no lo arruine pidiendo azúcar.
El comensal reflexionó que después de lo comido y vivido el café con cianuro era una excelente idea. Solo tenía una inquietud.
- ¿Sufre uno mucho?
- En absoluto - dijo el mesero. - Todos nuestros clientes tienen un paro cardiaco entre la segunda y tercera taza que se sirven y caen fulminados instantáneamente.
- Bien, tráigamelo - dijo el comensal.
El mesero regresó un rato más tarde con una bandeja, preparó el alambique y encendió un mechero que pronto hizo burbujear al líquido. Mientras las gotas del vapor condensado opacaban el serpentín, el mesero presentó al comensal la cuenta.
- Comprenderá ud caballero que cobremos de antemano.
- Por supuesto - dijo el comensal mientras sacaba la cartera.
Más tarde, mientras el comensal probaba una segunda taza, se llevó una mano al pecho, lanzó un estertor y cayó sobre la mesa. Los ocupantes de las otras mesas fingieron no verlo y continuaron comiendo o platicando.
El mesero se apresuró a limpiar la mesa y a llevar el cadáver a un depósito para el efecto. Cuando regresó a su puesto, el maître había llevado a la mesa a dos nonagenarios. De acuerdo a su experiencia, el mesero supuso que cada uno vívia temeroso de que su pareja se muriera primero y lo dejara solo.
El mesero les presentó la carta, recitándoles el lema del restaurante: para la hora del café sus problemas estarían resueltos.
#Recolectivo
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