Soló tú
Cuando te digo que me quitas el sueño es porque realmente me quitas el sueño; créelo. No me dejas dormir porque me la paso soñando despierto contigo. El primer indicio de que hoy haría frío fue la noche tan púrpura que tuvimos ayer, cuando te dije lo hermosa que me parecías. La noche fue tan morada que el dedo más pequeño de mi pie fue a chocar contra una de las patas de mi cama y se puso del mismo color. Tus mejillas no llegaron a un tono tan morado, pero sí noté cierto rubor colorado al escuchar mis palabras. El crepitar de la cortina de acero de la taquería de Don Rulo es mi nuevo despertador porque, de una semana a la fecha, abre una hora más temprano de lo acostumbrado. Odio esta ciudad y, mientras pienso en ti sin poder dormir, me tapo hasta arriba con el edredón, cierro los ojos y me transporto a un pueblito con mar que no conozco. La cortina de acero que resguarda el negocio de Don Raúl sigue estando plateada y reluciente a pesar de los años; como las manchas que dejó anoche la luna sobre el himen del mar que veo en mis pensamientos. Supe que iba a ser un día muy frío hoy desde ayer que contemplaba la negrura casi morada del cielo. El aire se escuchaba como la turbina de un avión estando sentado en el aquel malecón de mi mente, mientras contemplaba la fluorescencia de la luna sobre el fondo casi negro. Del púrpura pasó a un morado más claro y después al lila y, por último, se convirtió en un tono rosa pastel que se esfumó rápidamente con el intenso azul del amanecer. Y ahí estaba yo: despierto y pensando en ti; sentado en esa banca imaginaria en un malecón idílico, viendo cómo flotaba el sol sobre el horizonte. Y no me equivoqué. Hacía frío tal y como lo predije al ver el color púrpura de la noche de ayer. Seguía tapado y noté que el dedito chiquito del pie derecho me seguía doliendo. Se escuchó el rugir y crujir de la cortina de acero del negocio de Don Rulo. Antes de abrir lo ojos hice un sencillo avión de papel que encontré tirado en el muelle y le puse como piloto a mi corazón; que al cabo que en las caricaturas y en los sueños se puede hacer de todo. Y lo aventé con todas mis fuerzas para que fuera rompiendo todas las olas y llegara hasta donde quiera que estuvieras tú. Ahora sí abrí los ojos y me destapé el rostro. Mi cama era aquella banca, mi cuarto el malecón, el espejo de la cómoda era la luna de plata y el techo el mar inmenso. Ya nada estaba ni ahí ni en mi mente… sólo tú.
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