"AA"

Sus lágrimas adquirieron el tono marrón de las hojas de aquel otoño cuando fueron absorbidas por la alfombra de la habitación.

Luisa apoyó la frente contra la puerta y la empujó lo más despacio que pudo, observando cómo el guardapolvo barría las pequeñas manchas de humedad que habían escapado hacía apenas unos instantes de sus ojos. Pensó en gritar su nombre antes de cerrarla por completo, pero ni siquiera se atrevió a echar un último vistazo por la mirilla cuando el sonido de sus pasos alejándose se diluyó en el corredor. El eco de un timbre lejano le indicó que el ascensor había llegado.

El cerrojo apenas y emitió un suave chasquido al embonar con la moldura metálica de la puerta, pero a ella le pareció como una explosión que le sacudió el cuerpo.
Luisa dio media vuelta y caminó en línea recta sobre el tenue puente de luz que se colaba entre las cortinas y se reflejaba en la tersa superficie del tapete, imaginando que si pisaba afuera de éste caería en la tristeza más profunda.

Luisa se detuvo frente a la cama y se frotó los ojos. El rímel oscuro se le corrió un poco, dejándole unas ojeras de un tono más claro. Se dejó caer sobre el colchón -entre el par de enormes maletas negras- y sacó de su bolso de mano la servilleta doblada en cuatro partes que le había dado en la cafetería y que había prometido ver hasta que se fuera. Al leer lo que estaba escrito en ella, se le escapó una sonrisa y el residuo de una lágrima negra fue a parar al papel como un punto final.

Sumergida en el silencio espeso de la habitación, Amelia despegó su mirada de la servilleta y la fijó en la superficie del televisor apagado. Observó su silueta dentro del aparato, como si contemplara un horizonte infinito, hasta que la mirada se le nubló, como si un mar de oscuridad se tragara su reflejo. Fue entonces que no pudo contener más el llanto.

De pronto, llamaron a su puerta...

No hay comentarios: