Es algo que me saca mucho de onda, pues pareciera que mis sueños se basan en las fotos que tomo o, todavía más loco: que las fotos que tengo las tomé en algún sueño.
Por ejemplo: anoche soñé que viajaba hacia el norte.
Quería ver narvales y auroras boreales.
Gente que nunca había visto me decía que en el norte el frío gangrena la carne.
Pero a mí no me importaba porque ni los conocía y por esa razón no creía lo que decían.
También pensé que aunque fuera cierto valía la pena morir viendo narvales y auroras boreales.
De pronto me vi caminando en una tormenta de nieve.
Las ráfagas heladas me elevaban de vez en cuando por los aires, sobre las copas de un pinar.
La gorra de mi chamarra me servía como vela para no perder el rumbo.
De pronto empezaban a encenderse luces por todos lados. Como chispas entre el bosque.
Eran tantos los destellos que el cielo se ponía de color anaranjado y luego verde y luego azul y rojo y morado.
En eso la nieve se convertía en agua pero yo no me hundía. Estaba encima de un narval.
Y aparecían narvales por todos lados. Muchos narvales.
Todos asomaban sus cuernos afuera del agua, como en una ceremonia, y la aurora boreal resplandecía en ellos.
De repente todo desaparecía. Me quedaba solo en una llanura gélida. Como en otros sueños que he tenido y como en muchas fotos que he tomado.
No importa que sueñe con narvales y auroras boreales; no importa que sueñe las cosas más increíbles o románticas o absurdas. Últimamente todos mis sueños terminan en ese llano blanco en el que a veces salgo retratado.
No sé si mis sueños se basen en algún sentimiento o si mis sentimientos se basan en algún sueño. Ambos se parecen cuando no podemos descifrarlos.
Al igual que no he podido descifrar si las fotos las tomo en sueños o los sueños los tomo en fotos.
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