Que sepas que te pienso. Claro, no siempre, no todo el tiempo. Hay ratos en los que te pienso bajito para no despertarte, otros en los que tiemblo de tan fuerte que lo hago. Te pienso cuando las cosas no me salen y también cuando no tengo nada qué pensar.
Te pienso cuando quiero contarte cosas y cuando necesito estar a solas y en silencio. A veces ni siquiera quiero y te pienso como lluvia que me toma por sorpresa. Te pienso despacito para ver cómo vas apareciendo. A mi modo medio raro y descompuesto, pero que sepas que te pienso.
A veces sólo queda detenerse un momento, decir para nuestros adentros «¿Y a mí esto qué vergas o qué?», servirse algo rico de tomar y continuar siendo miserable pero con una actitud fresca y renovada.
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