- ¿Me amas? -pregunta.
- Sí, mi vida, sí te amo mucho -respondo mientras me rasco los huevos recién exprimidos de semen.- ¿Por qué?
- ¿"Por qué" qué?
- ¿Por qué me amas? No te hagas güey.
- Porque...eeee...
Silencio abrupto. "¿Qué preguntas son esas?", pienso.
- ¡Ash!, ni siquiera sabes por qué me amas.
- No. No es eso, preciosa. A ver: Dime tú por qué me amas -contraataco.
- ¡Ash, Drago!: me caga que me respondas con una pregunta que yo te hice primero.
- Pues tú debes de saber la respuesta para haberme preguntado eso.
Pone cara de "tú-y-tus-pinches-mamadas-pseudo-filosóficas-psicológicas".
- Te amo porque estoy aquí contigo -le digo.
- ¿Nomás por eso?
- ...y porque me gustas mucho.
- ¿Nomás por eso?
- Por eso y muchas cosas más.
- "...ven a mi casa esta navidad", como decía la canción ochentera, ¿o qué?
- Ya mi amor. No estés chingando... -acaricio su barbilla.
- No, no estoy chingando. ¿Por qué me amas? ¡Dime!
Y le digo lo primero que me nace de la pechuga:
- Te amo porque siempre que me hacían esta pregunta, no tenía una razón; y ahora tengo tantas que me dejan mudo.
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