Mientras tanto...

 La luz del amanecer siempre es amarilla dentro de esa habitación. Miran hacia la ventana. Se frotan los pies bajo las sábanas. Los suyos contra los de ella y viceversa, como si pedalearan juntos rumbo a un sueño que durante la noche se desvaneció.

Ella se da cuenta que él se dejó una astilla en la uña del dedo gordo antes de dormir, cuando no encontraba el cortauñas que estaba tirado bajo la cama. Siente un ligero raspón en la pantorrilla, pero no dice nada.
Terminan el ritual cuando entran en calor. Permanecen en silencio, bajo las sábanas, mirando la ventana que enmarca la fría mañana.

-¿Te has puesto a pensar que en esto se va a convertir el resto de nuestros días?
-No... ¿por qué me preguntas eso?
-Me da miedo que te dé miedo.
-Me sorprende. Sabes que no me gusta pensar a futuro.

No esperaba esa respuesta. La práctica sabiduría de la mujer que está a su lado lo tranquiliza y provoca que la abrace con más fuerza. Frota sus pies contra los de ella y le clava de nuevo la astilla que dejó en su uña.

Mientras tanto, allá afuera, seguía fabricándose el fin del mundo.



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