¡Mira! ¡Un dinosaurio!

 Por razones que no vienen al caso, el tema de esta semana fue un caos. Cuando por fin comencé a pensar que escribir sobre "Vuelve" me vinieron un montón de cosas a la cabeza. Como siempre hago, traté de pensar en un ángulo cientificcioso, algo —guardando los pársecs de distancia— a la Robert Sheckley, sobre el viaje interior de un personaje regresando a los inicios de su personalidad. Pero incluso a mí me cansa lo que se me ocurre sobre el género, así que después opté por una ficción común y corriente; un grito y apología sobre el Eterno Retorno, pero un acertado comentario de Chilangelina me hizo dejarlo a un lado. De ahí salte de una idea a otra sin poder decidirme. Y ayer Manuel, con su post, le acomodo el tiro de gracia a todo lo que se me hubiera podido ocurrir.


Al final, después de darle muchas vueltas al asunto, volví al punto de partida que no mencione allá arriba: yo.

Cuando tengo un tema entre manos, inconscientemente siempre pienso en algo personal. Algo que refleje un poco —o mucho— de mí. Puede ser en una anécdota, un cuento, una farsa o hasta una alegoría incomprensible.

Y con "Vuelve" se me dispara un resorte gastadísimo por el uso: Volver a cometer los mismos errores.

Si yo fuera una persona pesimista (que no lo soy, aunque mi cinismo haga que la línea divisoria sea muy borrosa) diría que mi vida ha sido una repetición constante y consciente de errores. Siempre, cuando me he equivocado, mi primera e instintiva reacción es reagruparme y volver a intentarlo. Eso es normal y hasta deseable; el problema es que yo vuelvo a intentarlo siguiendo los mismos patrones y, literalmente, dirigiéndome con la vista fija hacia la misma piedra en el camino que me enseño que mi destino era rodar y rodar. Sólo que no me enseñó, o no aprendí, o no importa.

Siempre me aproximo a una situación desde el mismo ángulo: Yo. Y tal vez ese sea el problema, que simplemente no estoy capacitado para abordar una situación de la manera correcta; lo que hago es saltarle encima como niño en piñata rota. El problema es que muchas veces la situación es delicada, y lo que hago equivale a correr y taclear a la Madre Teresa de Calcuta mientras abraza a un niño pobre.

Después del desastre, mostrando un optimismo que raya en la ternura, me rasco la cabeza y me digo que la próxima vez seguramente funcionara, y entonces le salto encima a un cocodrilo mientras toma el sol. Así ad nauseam.

Tal vez el problema es que siempre me he considerado una especie de Deus Ex Machina (término que desde hace mucho he bastardizado como nick), en el sentido que pretendo solucionar las cosas sin seguir su propia lógica interna, siendo incoherente con la naturaleza del problema al asumir que todo puede resolverse en función de mí. Sobra explicar como termina eso siempre.

Por eso ahora, después de infinidad de aproximaciones incorrectas, volveré a intentarlo; porque en el fondo sé que en algún momento funcionará, que ahora sí funcionará. Estoy seguro. Vamos despacio para encontrarnos.


¡Mira! ¡Un dinosaurio!



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