Allí dónde solíamos gritar.

Hay quién afirma que todos los días se aprende algo nuevo. Pues bien, hoy he aprendido que hasta el más fuerte tiene su momento de bajón de vez en cuando. A veces no es bueno guardarse todo dentro, y llorar no siempre es síntoma de debilidad, sino de fortaleza al aceptar que tal vez solos no podemos. No viene mal aceptar ayuda de vez en cuando, por mucho que queramos hacerlo todo por nosotros mismos.

Otra cosa que he aprendido, o de la que mejor dicho me he dado cuenta, es que tengo muchas ganas de gritar. Miles de cosas que quiero que se lleve el viento, o que mejor dicho, quiero que solo escuche élla y alguien privilegiado que lo necesite tanto como yo. Y después de gritar muchas cosas que no me gustan y algunas que me gustan, quiero reírme. Mucho. Los ataques de risa también son necesarios, tanto como los de estupidez. Buenas noches.


No hay comentarios: