La llamo y no viene, y tengo ganas de llorar cuando pienso que quizás se haya ido para siempre, pues su voz es tenue y no llega a obligarme a levantarme. Quizás sea este el precio a pagar a cambio de la felicidad, que la pierda por el camino y luego no sepa cómo hacerla regresar. ¿Es que tengo que llorar para que estés a mi lado? ¿Qué puedo hacer sino llamarte y que regreses? Pero es que no depende de mí sino de ella, pues la inspiración es dulce y caprichosa, y no puedes hacer más que continuar y dejar que venga sola y libre como siempre...
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