Principios...

Hay principios que son muy claros. Ya sea por lo que representan o por el cambio que involucran: un nuevo trabajo, el comenzar a conocer a alguien, un viaje, un matrimonio o divorcio. En este tipo de principios uno puede incluso prepararse mentalmente y anticiparse a lo que podría pasar. Pero, ¿Que hay con los principios repentinos? Al presentarse de una forma mucho mas sutil, podemos no identificarlos en el momento que ocurren. Únicamente al ver hacia atrás podemos identificar cuándo todo comenzó. Los vemos hasta que admitimos que hay algo diferente y buscamos encontrarle una raíz. Estos principios son los auténticos, los disparadores los principios visibles. Y es que un principio es realmente un cambio, una continuación en nuestra vida. Un libro, una canción, el admitir que hay otra forma diferente a la mía de actuar o pensar. Por eso es que no creo en el destino, ni en la forma romántica / fatalista de ver los principios. Declaraciones del tipo “y yo que iba a saber que ese beso cambiaría mi vida”. Pff. Lo que se necesita es saber observar, escuchar. Bajar la guardia de la perfección y el orgullo. Y reaccionar. Intentar, al menos, ser objetivo en cuanto lo que pasa y la manera en la que en consecuencia actuamos. Creo que si no hacemos lo anterior, lo único que nos quedará es seguir recordando melancólicamente esos principios, cuando el tiempo pasado era mejor. Regresar a ese seno materno, tener la ilusión que es posible seguirte relacionando a tu entorno como cuando todo comenzaba. Es como nadar de noche en una alberca. Las estrellas, el clima, el sonido del chapoteo. Todo es el ideal. Lo admito, la tentación es grandísima. Pero también es irreal, engañosa. En esta vida hay que seguir buscando principios, ver más allá de lo establecido, de lo de siempre. Admitir que todo cambia y que amarrarte a lo que ya no existe es perderse lo que puede ser.

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