Olvido...

El olvido, es una herramienta esencial para continuar cuerdos después de aquellos eventos dolorosos que hacen de pilares en nuestro caracter. No se puede menospreciar el olvido y su efecto poderoso en los trucos que nos inventamos para engañarnos a nosotros mismos. El olvido también sirve para las cositas más banales: Olvido el libro que leí, olvido la película que miré, olvido las canciones que escuché. El olvido, permite la acumulación en la fuerza de los recuerdos... como los olores que de repente captan nuestra atención, y nos transportan a la niñez, a un momento que después se agranda como una novela y una pequeña sensación de nirvana se apodera de nosotros. El olvido, nos degenera a una condición inevitable de humanos débiles que no tienen la fuerza para tener en perspectiva todos sus recuerdos. Por otra parte, el recuerdo nos regenera y nos transforma en pequeños dioses, que repentinamente tienen una visión de todo lo que es su vida hasta el momento. El recuerdo entre más potente, más nos hace creer en una omnisciencia y un comprendimiento casi místico. Así me gusta: Olvidar tonterías. Olvidar pequeños olores, rostros olvidables, escenarios comunes y vanos, cigarrillos consumidos. Son las pequeñas cosas las supuestas productoras de grandes desastres... olvidarlas, y recordarlas, simplemente confirma nuestra situación humana

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