Hasta los 16 años pensé que a los 24 estaría casado y tendría dos hijos. No es que yo así lo quisiera, sino que era lo que leía que todos respondían en los chismógrafos. Pensaba que ésa era la norma, por lo tanto, tenía que seguirla, aunque me causara repulsión o sintiera lo contrario, ni estoy casado ni tengo hijos.
Sólo diré que, si dos cosas he aprendido hasta hoy, son éstas: Sí se aprende en cabeza ajena y la ociosidad no es la madre de todos los vicios.
Parte de la sabiduría personal es aprender en cabeza ajena. Quien te diga lo contrario es un imbécil. No seas ese imbécil que se rociará de gasolina y se prenderá fuego después de escuchar el testimonio de un quemado que se roció gasolina y se prendió fuego. Aprende en cabeza ajena. Aprende de esos imbéciles que dicen una cosa cuando ya hicieron lo contrario.
La ociosidad no es la madre de todos los vicios, sino de todas las virtudes. El ocio es tiempo libre para dedicárselo a uno mismo. Es tiempo para cosechar virtudes. Para pensar. No quieren que pienses. No quieren que sientas. No quieren que tengas tiempo libre. Tenlo. Trabaja sólo para eso: para tener ocio. Si la ociosidad te lleva a los vicios es porque no eres quien quieres ser ni haces lo que quieres hacer, y estás escapando de ti mismo: no quieres encontrarte ni conocerte.
La vida es un chismógrafo. No lo leas. No lo respondas.
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