Otra vez se me volvió a ir el sueño.

 Otra  vez se me volvió a ir el sueño. Ya no hay música pero el estéreo sigue prendido. No sé cuántas horas lleve así. Sólo alcanzo a ver los foquitos rojos y verdes en la penumbra. Me quedé dormido en alguna canción. Busco entre las sábanas el control remoto y escucho el golpe del plástico cuando cae al suelo. Me inclino a recogerlo palpando como ciego el piso helado del cuarto, hasta que lo encuentro. Me sorprende que no se haya roto todavía pues siempre se me cae. Oprimo el botón de on/off -que tampoco veo, pero lo adivino con el tacto por su tamaño- y los foquitos verdes y rojos del estéreo se diluyen en la oscuridad. Escondo de nuevo mi brazo -junto con el control- entre las sábanas.


Se me volvió a ir el sueño. Ni siquiera ganas de orinar tengo y, aunque tuviera, el frío, el peso de las colchas y la comodidad del colchón me impedirían levantarme al baño. Esto de que se me vaya el sueño casi siempre me sucede antes de que amanezca y he notado que, últimamente, me pasa más a menudo cuando no te sueño. No duermo bien si no me visitas por las noches. No me basta con estarte pensando todo el día, porque pensarte no es tan real como soñarte.

De hecho, pensé que vendrías esta noche porque puse puras canciones que te gustan, de esas de las que tienen frases con las que te identificas y usas para todo; como las frases de las películas que te gustan. Pero no, no viniste. Me puse a soñar pendejada y media: túneles, parajes, oficinas, estaciones espaciales, centros comerciales; siempre esperando toparme contigo. Hasta inventé una playa solitaria, pero tu lugar en la arena –a mi lado- se quedó vacío. Cuando no te sueño se me va el sueño.

Me gusta soñarte porque así no pierdo el tiempo inventando ingenuas excusas para verte; porque cada día que no te veo es un día menos que no estaré a tu lado. Por ejemplo: si sé que te voy a amar por 50 años (eso simplemente lo sé, no me preguntes cómo sé), ahora te voy a amar 49 años y 364 días… ¡un día menos!!! Que desperdicio. Por eso me gusta soñarte, porque es como si hubiera estado contigo y no existiera el tiempo perdido.

Vuelvo a sacar mi brazo –con todo y control remoto- de entre las sábanas. El espacio del cuarto está frío como su piso. Los foquitos rojos y verdes del estéreo aparecen como nave extraterrestre. Adivinando las funciones de los botones en la negrura de la madrugada, vuelvo a poner el disco con canciones de esas que sé que te gustan tanto como a mí. A ver si ahora sí vienes…



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