“Comenzar de nuevo”: una de las máximas favoritas de los seres humanos. He de reconocer que suena bien la frasecita. Se lee esperanzadora. Incluso poética. “Comenzar de nuevo”. ¡Ahijuesupinchemadre! Hasta chinita se pone la piel.
Pensamos en "un nuevo comienzo" –lo que sea que eso signifique- y de inmediato aparece frente a nosotros una carretera que se pierde en el horizonte; un camino iluminado por esos rayos de sol que bajan como columnas de entre las nubes para indicarnos el trayecto.
La incertidumbre provoca efervescencia en el cuerpo. Lo inmaculado siempre emociona. La perfección, obsesiona. Supongo que por eso los humanos tienen ese afán de “volver a empezar”. Cada que “empiezan de nuevo” -según ellos- pretenden borrar por arte de magia una historia imperfecta; un pasado que no es otra cosa que experiencias, que no son otra cosa que alimento para el espíritu –lo que sea que eso signifique- y la memoria.
Imagino que quienes agarran esa filosofía de Empezar de Nuevo se ven a sí mismos como máquinas. Como computadoras que fallan y deben obedecer a una voz divina que les dicta: “Apágate y vuélvete a encender”. Y nada cambia. El disco duro sigue igual. Con todos los archivos y el historial. Supongo también que estas personas ven la vida como si fuera el cartucho de un videojuego al que pueden resetear cada que la cagan o les toca un nivel difícil. Si van a darle reset, neta que mejor ni jueguen. Nomás se hacen tontos. Porque todo eso que quisieran borrar, los convirtió en lo que son, y lo cargarán por siempre. Por eso son patéticos quienes apenas avanzan diez pasos y quieren volverse a poner en sus marcas para escuchar otro disparo de salida. Quieren salir con ventaja y regresar a la línea de arranque cada vez que alguien los rebase o se tropiecen o se lesionen. Y ni empiezan ni avanzan ni acaban y nomás se hacen pendejos como el perro que se corretea la cola.
A mí me gusta más el “Continuará…” que el “Había una vez…” aplicado una y otra vez hasta el infinito. Y sí: en algún momento de mi vida llegué a pensar que cada cosa nueva que hacía era un nuevo comienzo. Hasta que me pareció absurdo, pues comprendí que nada termina. Ni siquiera con la muerte. Todo es un proceso eterno de transformación. Por eso en lugar de “empezar de nuevo”, decidí hacer pausas. Preferí poner puntos suspensivos; cambiar de equipaje y recorrer otros caminos.
Creo que se fantasea con los nuevos comienzos porque, en el fondo, estamos conscientes de que el mundo empezó mal y que, posiblemente, la única solución para mejorarlo, es destruirlo y construir uno nuevo. Es el peso eterno de la imperfecta naturaleza humana obstinada con alcanzar la perfección.
No pretendan volver a empezar. Volver a empezar es un placebo. Empezar de nuevo es quemar las naves y nunca nadie las quema del todo. Volver a empezar es destruirlo todo y no se puede empezar de la nada. Es caminar en cámara lenta hacia adelante mientras una cortina de humo y fuego se eleva a nuestras espaldas, como en las películas mamonas. No pretendan hacer borrón y cuenta nueva. Eso existe sólo en su imaginación. Caminen en cámara lenta mientras a sus espaldas se queda todo lo bueno, lo malo y lo inservible. Volteen de vez en cuando, para que sepan que ahí sigue, y reafirmen lo que son gracias a lo que dejan atrás para continuar; que es lo que nos empuja para avanzar en ese camino que se aparece enfrente, iluminado por los rayos del sol y que se pierde en el horizonte.
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