Siento que en todos mis rincones se apaga la luz.

Es la primera vez que mis dedos se entrecortan intentando escribirte. Me había ocurrido con la voz y las lágrimas. Mis dedos siempre sabían teclear las emociones a velocidad luz siguiendo el dictado de los añicos dentro de mi pecho. Hoy se me han congelado, como si resistiesen a mencionarte. Quieren sepultar la idea de ti en un silencio permanente. Que nadie te lea rompiéndome el corazón. O es que quizás me rompiste el orgullo.

Que nadie te lea en mis pensamientos. Que nadie se entere que mis días han sido tristes desde que no estás. Mi refugio contra el dolor en las palabras ya no se siente seguro, es la primera vez que no quiero que un desamor sea parte de mi lugar sagrado, inmune al público y a sus creencias, entre mis latidos y el teclado, ese espacio invisible cargado de mí, no quisiera plasmar nada tuyo aquí. Quisiera ni mencionarte, que los relatos enteros te desconozcan. Y aunque conscientemente sé que no tienes ningún poder sobre mí, y que yo soy el responsable de atribuírtelo, hoy quiero escribir que me matas el alma.

Hay días que no puedo dormir porque el vacío y el terror de enfrentarme a lo que siento sepultan el aire entre mocos y lágrimas, y tu falta me asfixia, porque sigo pensando en tus brazos ausentes envolviéndome y extrañando tu estólida respiración en mi oído, diciéndome que nunca me harías daño y que me amabas como a nadie y como nunca antes y para siempre, las mismas palabras minadas contrarreloj para todos los ingenuos que nos las creemos; las mentiras que todos los que saben desaparecer fácil sin sentir nada dicen por decir. Hay días que grito empuñando fuerte la almohada contra mi cara y mi boca porque siento que voy a reventar de sensibilidad, siento tu falta enterrarse en mis costillas y que mi hígado va a explotar de dolor, que Dios me lleve ya, pienso, no te soporto en mi corazón, me rebasa odiarme por amarte; hay días que me cuesta salir de la cama y enfrentar un día más en el que vives solamente en mi pasado. Hay días que no me da hacer el mínimo esfuerzo por mantenerme viva porque hay días que te odio hasta quererme morir. Me mata saber que me dueles. Me llena de culpa e ira aceptar que me lastimaste. Los libros de autoayuda contra la autocompasión no me sirven en este momento, qué importa cuántos he leído, el saco de víctima se me cose en los hombros y en este momento me matas de dolor. Y me odio por permitírmelo. Me odio por mi actual incapacidad de soltarte.

No quería escribir, no quería hacerlo real, pero necesito regurgitarte lejos de mi corazón y pensar que de algo me ha sanado. Me mata desear morirme por lo que ya no somos y nunca seremos. Siento que en todos mis rincones se apaga la luz. 






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