Caminar de noche bajo la lluvia a veces es como llorar, o anticiparse a las lágrimas; poner pie, por error, en un charco invisible sobre la oscurecida acera y sentir la helada humedad en la punta de los dedos del desafortunado pie, es como un traguito amargo de sailva, justo ese que precede a la injusta – pero liberante – lágrima; y los recuerdos. Los aprisionantes recuerdos.
¿Cuántas cartas te habré escrito que tal vez jamás has leído?
Creímos en un inicio eterno pero se disipó con el tiempo entre las cenizas y las lágrimas del final. Te mordí el corazón y el sabor dulce del comienzo dejó paso a la amargura de un instante único que languidecía por momentos, evitando que alzáramos el vuelo para cumplir aquella promesa que jamás pensamos que podría no cumplirse.
La lejanía del recuerdo provoca que a veces se diluya como una gota de tinta en el agua cristalina, alejándose y evitando que la melancolía anide al comprender que era ley de vida. Otras veces se agazapa en un rincón esperando el momento propicio en el que por estar desarmada,quizás adrede, acierte en un blanco perfecto sin dejarme reaccionar.
Pero lo que importa ahora es que la felicidad te encuentre y te arrope entre sus brazos maternales, que te sostenga y evite cualquier caída y que, ante todo, no olvides que nunca es tarde para seguir soñando.
¿Cuántas cartas te habré escrito que tal vez jamás has leído?
La lejanía del recuerdo provoca que a veces se diluya como una gota de tinta en el agua cristalina, alejándose y evitando que la melancolía anide al comprender que era ley de vida. Otras veces se agazapa en un rincón esperando el momento propicio en el que por estar desarmada,quizás adrede, acierte en un blanco perfecto sin dejarme reaccionar.
Pero lo que importa ahora es que la felicidad te encuentre y te arrope entre sus brazos maternales, que te sostenga y evite cualquier caída y que, ante todo, no olvides que nunca es tarde para seguir soñando.
¿Cuántas cartas te habré escrito que tal vez jamás has leído?
Tonight.
La clave no son un puñado de fotos ni unas sonrisas borradas.
Tampoco lo son en el fondo, las fechas o los números, aunque a veces cuando el calendario se detiene en un día concreto el corazón se encoja sintiendo un vacío extraño.
Ni siquiera un “felicidades” dicho o no en el momento adecuado, ni siquiera sentir una pérdida ajena o mirar unos billetes de tren en compañía, ni unas frases mal escritas para hacer daño.
En realidad, nadie sabe cuál es la clave para continuar, para seguir adelante, para que las cosas no duelan, para que una herida se cierre sin dejar marca, para abandonar un recuerdo bonito que ya solo es eso, un recuerdo… Cada uno lo intenta a su manera, con mayor o menor éxito.
Hay gente que se escuda en el odio, otros se agarran a la melancolía, y los hay que se encierran en una espiral de alcohol que lo borra todo por un rato.
Yo sigo buscándola, probando métodos, escuchando opiniones y llego a conclusiones tan absolutas como ésta: no hay una clave. Pero buscarla es lo que nos mantiene, de algún modo, vivos. Nos hace pensar que aún hay esperanza, que la encontraremos, y que entonces seremos felices.
Y con una ironía desbordante me doy cuenta de que la búsqueda de la felicidad es lo que nos hace felices.
Tal vez nunca descubramos la verdadera felicidad, y que simplemente cansados de buscar nos conformemos con una felicidad mediocre o mal construida, pero que nos hace felices.
Cuando esta se acabe, buscaremos otra forma, otro método de encontrar algo que realmente, es más fácil de encontrar de lo que creemos.
Para hallar un tesoro, la clave es saber buscar bien.
Quizás para esto, podamos aplicarlo también.
Sin embargo hay veces que las paredes son de hielo y no hay forma de derretirlas, y otras en las que el calor de las llamas te envuelve de un modo sofocante.
Apuestas en un juego inútil el corazón cuando sabes de antemano que está todo perdido, y cuando las posibilidades de ganar asombran hasta al menos audaz, no apuestas nada por ese estúpido “por si acaso” que ahora es tu forma de vida.
Contradicciones, fracasos, victorias, sueños y luciérnagas en medio de una noche de verano.
Siempre hay una luz que nos mantiene despiertos sabiendo que nos guiará incluso en los momentos más oscuros.
Las oigo encenderse y puedo comprender la clave para dormir esta noche. Cuando ellas se encienden, puedo oírte reír. Y duermo tranquilo.
Tampoco lo son en el fondo, las fechas o los números, aunque a veces cuando el calendario se detiene en un día concreto el corazón se encoja sintiendo un vacío extraño.
Ni siquiera un “felicidades” dicho o no en el momento adecuado, ni siquiera sentir una pérdida ajena o mirar unos billetes de tren en compañía, ni unas frases mal escritas para hacer daño.
En realidad, nadie sabe cuál es la clave para continuar, para seguir adelante, para que las cosas no duelan, para que una herida se cierre sin dejar marca, para abandonar un recuerdo bonito que ya solo es eso, un recuerdo… Cada uno lo intenta a su manera, con mayor o menor éxito.
Hay gente que se escuda en el odio, otros se agarran a la melancolía, y los hay que se encierran en una espiral de alcohol que lo borra todo por un rato.
Yo sigo buscándola, probando métodos, escuchando opiniones y llego a conclusiones tan absolutas como ésta: no hay una clave. Pero buscarla es lo que nos mantiene, de algún modo, vivos. Nos hace pensar que aún hay esperanza, que la encontraremos, y que entonces seremos felices.
Y con una ironía desbordante me doy cuenta de que la búsqueda de la felicidad es lo que nos hace felices.
Tal vez nunca descubramos la verdadera felicidad, y que simplemente cansados de buscar nos conformemos con una felicidad mediocre o mal construida, pero que nos hace felices.
Cuando esta se acabe, buscaremos otra forma, otro método de encontrar algo que realmente, es más fácil de encontrar de lo que creemos.
Para hallar un tesoro, la clave es saber buscar bien.
Quizás para esto, podamos aplicarlo también.
Apuestas en un juego inútil el corazón cuando sabes de antemano que está todo perdido, y cuando las posibilidades de ganar asombran hasta al menos audaz, no apuestas nada por ese estúpido “por si acaso” que ahora es tu forma de vida.
Contradicciones, fracasos, victorias, sueños y luciérnagas en medio de una noche de verano.
Siempre hay una luz que nos mantiene despiertos sabiendo que nos guiará incluso en los momentos más oscuros.
Las oigo encenderse y puedo comprender la clave para dormir esta noche. Cuando ellas se encienden, puedo oírte reír. Y duermo tranquilo.
corazones rotos
¿Qué sabrás tú de corazones rotos? Si nunca te has querido ni te has perdido del todo. Sé bien de lo que hablo porque te he querido más que a nada y te he perdido del todo. O puede que solo a medias. O puede que solo a ratos...
destino
A veces las cosas no salen exactamente como esperábamos. Entonces nos da por achacarlo al karma, a la mala suerte o a la vida de mierda que en ese momento creemos que tenemos. Sin embargo cuándo todo sale cómo queremos no pensamos en la buena suerte o en la vida genial que tenemos. Tendemos a pensar que estamos en racha y que eso acabará en algún momento.
No sé porqué las personas somos tan incapaces de vivir al máximo los momentos y ver el lado positivo de las cosas. Si ese fuera nuestro modo de vida, sería mucho más fácil aguantar esos momentos en los que lo malo nos asfixia. Supongo que es difícil, sobre todo cuando esa especie de manto negro te impide pensar bien. Por eso, cuando eres incapaz de verlo por ti mismo, necesitas a alguien que te muestre el otro lado, lo que no eres capaz de ver y te enseñe que siempre hay algún buen motivo por el que sonreír
Allí dónde solíamos gritar.
Hay quién afirma que todos los días se aprende algo nuevo. Pues bien, hoy he aprendido que hasta el más fuerte tiene su momento de bajón de vez en cuando. A veces no es bueno guardarse todo dentro, y llorar no siempre es síntoma de debilidad, sino de fortaleza al aceptar que tal vez solos no podemos. No viene mal aceptar ayuda de vez en cuando, por mucho que queramos hacerlo todo por nosotros mismos.
Otra cosa que he aprendido, o de la que mejor dicho me he dado cuenta, es que tengo muchas ganas de gritar. Miles de cosas que quiero que se lleve el viento, o que mejor dicho, quiero que solo escuche élla y alguien privilegiado que lo necesite tanto como yo. Y después de gritar muchas cosas que no me gustan y algunas que me gustan, quiero reírme. Mucho. Los ataques de risa también son necesarios, tanto como los de estupidez. Buenas noches.
Otra cosa que he aprendido, o de la que mejor dicho me he dado cuenta, es que tengo muchas ganas de gritar. Miles de cosas que quiero que se lleve el viento, o que mejor dicho, quiero que solo escuche élla y alguien privilegiado que lo necesite tanto como yo. Y después de gritar muchas cosas que no me gustan y algunas que me gustan, quiero reírme. Mucho. Los ataques de risa también son necesarios, tanto como los de estupidez. Buenas noches.
Reencuentros.
Distinguí su figura entre el gentío y creí que no era real. Nos miramos un largo rato entre el asombro y la estupefacción, rompiendo el silencio que se había formado con un abrazo que parecía no tener fin. Solo miraba su rostro y sonreía, mientras nos repetíamos sin cesar lo mucho que nos habíamos echado de menos.
Prometió no volver a irse. Lo había prometido tantas veces que nunca confiaba en que fuera a ser real, y sin embargo me gustaba aquel ritual, que me prometiera quedarse conmigo aunque no fuera a hacerlo. Si algún día dejara de hacerlo, eso sería como la confirmación de que no íbamos a encontrarnos de nuevo entre la casualidad.
Me ofreció una copa y la rechacé. Me miró con una mezcla de asombro y diversión.
- He sentado cabeza.
- Pero así nos conocimos, ¿recuerdas?
Asentí y acepté la copa.
Horas después ya se había ido. Me quedé inmóvil en un rincón sabiendo que de nuevo faltaría tiempo para volver a encontrarnos. Pero lo haríamos. Siempre lo hacíamos.
I wish I was the moon.
Quedaba lejos aquella noche en que deseaba con toda mi alma ser la luna y observar lo que poseíamos desde fuera, como un espectador que mira con atención lo que otros tienen con envidia mal disimulada. Ahora simplemente la luna había pasado a vivir en mi cuerpo, que de lejos veía tus sonrisas dedicadas a otros astros que brillaban con más intensidad. Se habían acabado las canciones y solo quedaba esa lucha de instantes contra constantes, promesas pagadas con oro que pasado el tiempo, se desvanecía entre los dedos. No quedaba nada. Miré al cielo, y tampoco había nada que mirar. Efectivamente, aquella noche insípida y un tanto amarga era luna nueva.
mañana
Mañana. Todo será mañana. Mañana apagaré las llamas y recogeré las cenizas. Mañana. Hoy me meteré en la cama y me perderé en mi mente, repitiendo como una autómata que todo ocurrirá mañana. Mañana, mañana, mañana. De tanto repetirlo el mañana perderá el sentido y será extraño. Sonará lejano, como si no existira y nunca pudiera llegar. Mañana. Todo será mañana.
los arboles
Es exagerado pensar que en un futuro cercano habrá niños que no conocerán los árboles. Aunque no es nada descabellado si nos ponemos a contar la cantidad de gente que ha perdido el mínimo respeto por ellos e ignora sus funciones vitales. Hay quienes incluso han desarrollado un tipo de aversión hacia esos seres ramificados de tallo leñoso.
Me estoy mudando a un barrio que queda más cerca de donde trabajo. Según el vecino de la casa que rentaré, hace un par de años, en el patio trasero, había dos limoneros enormes. Medían como 8 metros de altura cada uno, más de lo que miden los limoneros normales. Los árboles pasaban su ramaje por encima de las bardas y compartían con las casas de los costados su sombra y sus frutos. De un día para otro, los dueños decidieron quitarlos y poner en su lugar una horrible placa de cemento.
Cuando mi nuevo vecino cuestionó a los anteriores ocupantes del inmueble la razón por la que quitaron los limoneros, estos le dijeron: “Es que es muy molesto andar barriendo las hojas” (curioso, pues los limoneros son perennifolios), “atraen muchos moscos y abejas cuando florecen” y “los limones se pudren cuando caen al suelo”. Sus tres razones me parecieron pretextos de gente ignorante y huevona, que carece del mínimo respeto por su entorno.
Lo más triste del asunto, es que me he dado cuenta que muchas personas cercanas a mí, piensan de esa forma. Últimamente, cada que visito las casas de amigos, conocidos o familiares, me fijo en sus áreas verdes. Quienes tienen el privilegio de tener un patio -por más pequeño que éste sea-, optan por poner una alfombrita de zacate, algún bambú, alguna planta de ornato, una palma o un asador; pero nunca un árbol.
“Es que los árboles hacen mucho mugrero y mi vieja no quiere andar barriendo hojas”, es la excusa más común que escucho. Un conocido, el que tiene el patio más grande, pagó casi 5 mil pesos por que le fueran a tumbar un nogal de más de 50 años de antigüedad y 20 metros de altura. Un verdadero crimen. Sus razones para cometerlo: “Soltaba muchas hojas”, “las nueces nadie se las comía” y “en las mañanas, por ahí de las seis, llegaban parvadas de loros verdes y hacían mucho ruido”. ¡Háganme el chingado favor! Prefirió una placa de cemento, una palapa, un asador y muebles de patio a un espectáculo de la naturaleza al que casi nadie tenemos acceso por vivir en una ciudad como ésta. Cada que me acuerdo, me da coraje.
La realidad es que nunca ha existido una cultura de respeto –ya no digo al medio ambiente- a los árboles. O sí la hubo, pero desapareció cuando “nos hicimos modernos y progresamos”. Son pocos los ciudadanos que optan por tener al menos un árbol en su casa y cuidarlo; desgraciadamente, existe mucha ignorancia alrededor de este tema, por eso vemos tantas banquetas levantadas, tanta tubería rota, tanto cable de luz y teléfono desprendido y tanto árbol mocho o sacrificado. Si esto es a nivel individual, imaginen ahora en niveles más altos.
Los gobiernos municipales, estatales y federales no han sabido poner un buen ejemplo respecto a este tema y parecen estar igual de ignorantes que uno. Cada que hablan de áreas verdes, se refieren a campos de golf o a rotondas y camellones con pasto y florecitas. Son ellos los primeros en mandar trasquilar los árboles cuando éstos alcanzan los cables de los postes o tapan algún edificio o anuncio espectacular con publicidad o propaganda política. Son ellos los primeros en plantar palmeras donde nunca hubo palmeras, pero pos “se ven chidas” y hasta parece que estamos en la playa, ¿no? Son ellos quienes deberían fomentar la creación de un sistema que se encargue de plantar y cuidar árboles frutales por toda la ciudad, para regalar sus frutos a quienes no tienen que comer, bajando así los costos sociales que provoca la pobreza y los niveles de basura y mala salud que generan los alimentos procesados; en vez de pensar que el fruto es un problema porque “nadie se lo come y se pudre”.
Quienes tampoco ayudan a fomentar esta cultura verde, son los constructores de viviendas, que cada vez las hacen más pequeñas, imposibilitando así las buenas intenciones de tener un arbolito. Fraccionan y les vale madre: tumban todo lo que se les ponga enfrente para construir casitas del tamaño de cajas de zapatos, en vez de construir en función a lo que dicta el entorno natural. Construyen sobre VENEROS, cañadas, ex haciendas, cerros, etcétera. Lo más curioso es que a sus fraccionamientos les ponen nombres como: “Los Sabinos”, “El Vergel”, “Bosque de los Encinos”, “Hacienda de Los Robles”, “Cañón de los Huizaches” y no hay ningún pinche sabino, ningún pinche encino, ningún pinche huizache y el barrio no es nada parecido a un pinche vergel (¡ya me encabroné, hijos de su pinche madre!).
Yo, por lo pronto, ya mandé hacer 4 boquetes en la placa de concreto del patio del que será mi nuevo hogar. Cada orificio tiene un metro de diámetro por uno de profundidad. Me cobraron 100 pesos por hacer cada uno. Fui a un vivero cercano y compré un ciruelo rojo, un guayabo, un aguacate y una higuera, todo bajo la filosofía de que: si quiero cambiar el mundo, debo empezar primero por cambiar los metros cuadrados que me rodean.
Me estoy mudando a un barrio que queda más cerca de donde trabajo. Según el vecino de la casa que rentaré, hace un par de años, en el patio trasero, había dos limoneros enormes. Medían como 8 metros de altura cada uno, más de lo que miden los limoneros normales. Los árboles pasaban su ramaje por encima de las bardas y compartían con las casas de los costados su sombra y sus frutos. De un día para otro, los dueños decidieron quitarlos y poner en su lugar una horrible placa de cemento.
Cuando mi nuevo vecino cuestionó a los anteriores ocupantes del inmueble la razón por la que quitaron los limoneros, estos le dijeron: “Es que es muy molesto andar barriendo las hojas” (curioso, pues los limoneros son perennifolios), “atraen muchos moscos y abejas cuando florecen” y “los limones se pudren cuando caen al suelo”. Sus tres razones me parecieron pretextos de gente ignorante y huevona, que carece del mínimo respeto por su entorno.
Lo más triste del asunto, es que me he dado cuenta que muchas personas cercanas a mí, piensan de esa forma. Últimamente, cada que visito las casas de amigos, conocidos o familiares, me fijo en sus áreas verdes. Quienes tienen el privilegio de tener un patio -por más pequeño que éste sea-, optan por poner una alfombrita de zacate, algún bambú, alguna planta de ornato, una palma o un asador; pero nunca un árbol.
“Es que los árboles hacen mucho mugrero y mi vieja no quiere andar barriendo hojas”, es la excusa más común que escucho. Un conocido, el que tiene el patio más grande, pagó casi 5 mil pesos por que le fueran a tumbar un nogal de más de 50 años de antigüedad y 20 metros de altura. Un verdadero crimen. Sus razones para cometerlo: “Soltaba muchas hojas”, “las nueces nadie se las comía” y “en las mañanas, por ahí de las seis, llegaban parvadas de loros verdes y hacían mucho ruido”. ¡Háganme el chingado favor! Prefirió una placa de cemento, una palapa, un asador y muebles de patio a un espectáculo de la naturaleza al que casi nadie tenemos acceso por vivir en una ciudad como ésta. Cada que me acuerdo, me da coraje.
La realidad es que nunca ha existido una cultura de respeto –ya no digo al medio ambiente- a los árboles. O sí la hubo, pero desapareció cuando “nos hicimos modernos y progresamos”. Son pocos los ciudadanos que optan por tener al menos un árbol en su casa y cuidarlo; desgraciadamente, existe mucha ignorancia alrededor de este tema, por eso vemos tantas banquetas levantadas, tanta tubería rota, tanto cable de luz y teléfono desprendido y tanto árbol mocho o sacrificado. Si esto es a nivel individual, imaginen ahora en niveles más altos.
Los gobiernos municipales, estatales y federales no han sabido poner un buen ejemplo respecto a este tema y parecen estar igual de ignorantes que uno. Cada que hablan de áreas verdes, se refieren a campos de golf o a rotondas y camellones con pasto y florecitas. Son ellos los primeros en mandar trasquilar los árboles cuando éstos alcanzan los cables de los postes o tapan algún edificio o anuncio espectacular con publicidad o propaganda política. Son ellos los primeros en plantar palmeras donde nunca hubo palmeras, pero pos “se ven chidas” y hasta parece que estamos en la playa, ¿no? Son ellos quienes deberían fomentar la creación de un sistema que se encargue de plantar y cuidar árboles frutales por toda la ciudad, para regalar sus frutos a quienes no tienen que comer, bajando así los costos sociales que provoca la pobreza y los niveles de basura y mala salud que generan los alimentos procesados; en vez de pensar que el fruto es un problema porque “nadie se lo come y se pudre”.
Quienes tampoco ayudan a fomentar esta cultura verde, son los constructores de viviendas, que cada vez las hacen más pequeñas, imposibilitando así las buenas intenciones de tener un arbolito. Fraccionan y les vale madre: tumban todo lo que se les ponga enfrente para construir casitas del tamaño de cajas de zapatos, en vez de construir en función a lo que dicta el entorno natural. Construyen sobre VENEROS, cañadas, ex haciendas, cerros, etcétera. Lo más curioso es que a sus fraccionamientos les ponen nombres como: “Los Sabinos”, “El Vergel”, “Bosque de los Encinos”, “Hacienda de Los Robles”, “Cañón de los Huizaches” y no hay ningún pinche sabino, ningún pinche encino, ningún pinche huizache y el barrio no es nada parecido a un pinche vergel (¡ya me encabroné, hijos de su pinche madre!).
Yo, por lo pronto, ya mandé hacer 4 boquetes en la placa de concreto del patio del que será mi nuevo hogar. Cada orificio tiene un metro de diámetro por uno de profundidad. Me cobraron 100 pesos por hacer cada uno. Fui a un vivero cercano y compré un ciruelo rojo, un guayabo, un aguacate y una higuera, todo bajo la filosofía de que: si quiero cambiar el mundo, debo empezar primero por cambiar los metros cuadrados que me rodean.
elige tu
Elige tú.
Elige casarte, elige tener hijos, elige tu trabajo, elige creer en lo que quieras, aunque no exista.
Pero elígelo tú.
Nada de lo que hagas lo hagas porque otros te lo piden. Hazlo porque lo sientes en el fondo.
La vida está llena de ataduras. Parte de ser libre es saber elegir las tuyas.
Escoge tus ataduras y conoce los nudos, así podrás zafarte de ellas el día que quieras.
No dejes que nada ni nadie te ate. No dejes que otros hagan tus nudos. Estarás perdido si lo permites.
No les des gusto a los demás buscando su aprobación. Si lo haces, jamás tendrás vida propia y desperdiciarás la oportunidad de tener una.
Recuerda que ata tanto el dinero como la miseria; el trabajo como la bohemia; la compañía como la soledad...
Pero elige tú.
Elige casarte, elige tener hijos, elige tu trabajo, elige creer en lo que quieras, aunque no exista.
Pero elígelo tú.
Nada de lo que hagas lo hagas porque otros te lo piden. Hazlo porque lo sientes en el fondo.
La vida está llena de ataduras. Parte de ser libre es saber elegir las tuyas.
Escoge tus ataduras y conoce los nudos, así podrás zafarte de ellas el día que quieras.
No dejes que nada ni nadie te ate. No dejes que otros hagan tus nudos. Estarás perdido si lo permites.
No les des gusto a los demás buscando su aprobación. Si lo haces, jamás tendrás vida propia y desperdiciarás la oportunidad de tener una.
Recuerda que ata tanto el dinero como la miseria; el trabajo como la bohemia; la compañía como la soledad...
Pero elige tú.
noches de insertidumbre
La noche comienza con la esperanza de algo que ocurra, fuera de las desesperanzas e ilusiones cotidianas.
Llego al bar donde están conocidos y amigos, a veces amigos desconocidos, esos que se hacen gratis y con los que rara vez interactuas. Los tragos fluyen a paso cierto, a dos por uno pido que uno de los dos whiskeys venga sin hielo, para agregárselo hasta cuando le toque morir.
Es una noche extraña, no en mal sentido, es extraña-buena, hay gente diferente en un bar de gente siempre conocida, me encuentro justo entrando a una exnovia de hace ya tiempo, es buena amiga y platicamos un rato muy agusto antes de despedirse para ir a la mesa con sus amigas a beber vino y jugar dominó.
Y entran las memorias de música y aromas de otros momentos que sobresalen de entre la plática a mi alrededor que escucho como se escuchan los adultos en las caricaturas de Charlie Brown; las noches invertidas, las ganas de alimentarme de cachos de planeta, tanto tiempo imvertido en no ser nada queriendo hacer todo.
La noche termina para el bar y nos corren amablemente mostrándonos la libreta sin hojas en la que sambuten la cuenta rayada a mano pero siempre confiable, es el mejor bar del mundo. Hay otra fiesta, vamos todos los que estamos, bebemos todo lo que tenemos.
Y unos bailan, yo no bailo por más borracho que ande, no se me da, como no se me da comer nopales, la noche parece de Otoño y regresan recuerdos adentro. Recuerdos que me hacen aspirar profundo como queriendo dejar sin aire a todos en la fiesta, y cayeran desmayados en desaire.
Ella se acercó a preguntarme qué hacía mirando al cielo, alienado, sin bailar.
– Yo no bailo, invierto mi tiempo en “nonsense”.
Tomar la rienda
He recorrido muchos caminos en mucho tiempo, tantos que ya no me está alcanzando la memoria, esta memoria terca – con todo derecho – que tanto pelea con el corazón.
El chapoteo coqueto de las olas del mar de Cortez, casi musical, un amor al mar que se viene en mi alma hasta en sueños.
Las noches de trova, bajo y batería que nunca terminarón; de las que nunca existió una última, nunca hay una legítima despedida, jamás podrá caber en un corazón el finiquito espiritual de esas noches, la trova es amor, amistad, la apropiación rebelde de la noche para hacer que el sol salga dos veces un mismo día.
Y todos están allí, afuera, aquí dentro.
Es en este pequeño lobby de paredes azules que he adornado con miles de fotografías donde terminan las noches con trova y la bella vista de la ciudad a través del ventanal, lejana sobre la montaña urbanizada.
Cómo ha cambiado todo.
Pero la nave seguirá a flote, no teman, yo mismo fabriqué las velas y sigo a cargo del timón.
Sólo son las aguas que están emocionadas porque me acerqué a saludarlas ¿soy el Capitán sabes?
no se querer
Hoy amanecí con el corazón apachurrado. Quizá es lo que pasa cuando quieres a una persona y ella te corresponde queriéndote. La cosa es que nadie es experto en los caminos del amor y las relaciones, siempre, cada vez, es una nueva representación de aquella primera ocasión; Yo, por ejemplo, me enamoro como adolescente, cursi de preparatoria, siempre me pregunto si lo manifiesto demasiado pero ¿cómo sabe uno sí está haciendo lo correcto?
detrás de donde se refleja el cielo
En la última estación del año mi boca se convierte en una fábrica de nubes sabor menta. Se transforma en eso cuando baja la temperatura a 7 grados centígrados. Cuando bostezo, mis labios se curvean de tal forma que pareciera la boca de una taza de café negro humeante (“café negro”… o es café, o es negro). Juego a hacer donitas en el aire: estiro el cuello, paro las trompas y muevo la quijada de abajo hacia arriba. Salen perfectas y no causan cáncer. Dejo de hacer donitas en el momento más entretenido: cuando la gente me voltean a ver con cara de “qué pedo con este güey loco”. Escupo el chicle mentolado y con mi pie izquierdo lo pateo peor que la selección mexicana tirando penaltis. Llega ese pensamiento especial del día y lo desperdicio en suspiros y besos tirados al aire que intentan decirte algo, por eso salen como señales de humo, con la consistencia de una cortinilla de alquitrán pero sin esa amargura pestilente. Y se van navegando como papalote azul con el cordel roto entre marejadas de viento, planean como un frágil avioncillo hecho con una hoja del cuaderno; tímidos como si el profe del salón fuera a regañar al culpable. Besos y suspiros que acompañan a las hojas anaranjadas en su caída. La gasolina para el largo trayecto hasta tu boca la bombea el lado oeste de mi pecho. De vez en cuando algún latido se convierte en ave (un periquito australiano si así lo quieres) y dobla mis costillas como los barrotes de la cárcel de alguna caricatura, escapando por el hueco hasta donde estás tú: tú que estás del otro lado de la frágil superficie del espejo del agua, como una Alicia atrapada en el país de las maravillas. Tan fácil como que yo meta la mano para sacarte o tu saques la tuya para jalarte, pero ni la fuerza de las patas del mosquito puede romper nuestros reflejos en el líquido. Esa es la ironía que me vuelve loco: tan fácil que es estar juntos y tan difícil que nos parece. Las ondas pausadas y largas que ves se expanden a lo lejos del manantial no son otra cosa más que los latidos de mi corazón que te lancé como piedra colorada y que llegó hasta el fondo, donde estás tú como una Alicia en su país de las maravillas. Los latidos tal vez ya no se conviertan en aves pero, cada que veas las crestas de las ondulaciones en el estanque, sabrás que soy yo. No conoces mi mundo porque nunca has roto ese frágil límite acuoso donde se refleja el cielo y nunca has sacado tu mano para tomar la mía; sin embargo, yo la he metido muchas veces tratando de alcanzarte, pero las mismas ondas que emite mi corazón rebotan en la orilla, vuelven y cierran impecablemente la superficie rota por mis dedos. Ahora ya tienes pretexto para quebrarla y emerger y devolverme mi corazón; y si tú lo quieres, no volver más a las profundidades para que no exista frontera de cristal que impida tomarnos de las manos. Eso sí: el agua del estanque dejará de bailar con cada uno de mis latidos, pero seguirán saliendo periquitos australianos de mi pecho.
Once upon a time.
¿Que cómo empezó todo? Lo recuerdo bien, y probablemente lo recuerde toda mi vida.
La primera vez que la vi me pareció la chica más guapa del mundo.
Puede que no lo fuera, es cierto, pero a mí me lo pareció.
Y ese fue el comienzo de aquella historia que parecía no tener nunca un final... Lo creas o no, las cosas no se acaban cuando alguien pone la palabra "fin".
Las cosas se acaban cuando se olvidan, y aquello que ha sido lo suficientemente importante para merecer ser recordado, no se olvida fácilmente.
Imprescindibles
Me gustaría que me dedicaran una canción, un libro, un texto. Ser inspiración que cause ganas de expresar algo, por malo que sea. Mejor dicho, que sea bueno. Malo ya me han dedicado demasiado aunque fuera entre líneas. Pero las noches de fiesta, las mentiras y el desamor de una noche son mayor fuente de inspiración y de deseo. A veces me preguntan en qué me inspiro yo, y la mayor parte de las veces es en nada. Y a la vez en todo. La inspiración viene de un instante, un momento, una frase o una persona que tiene un retazo de magia. Creo en la magia y en muchas otras cosas absurdas, y en que hay gente que tiene chispa, algo que las hace especiales aunque sea solo por una frase correcta en el momento adecuado. Luego están los interesantes, que tienen algo que las lleva a esa categoría porque casi todo lo que dicen es mágico, puedes escucharlas horas y es difícil que te cansen. Pero lo acaban haciendo. Y por último los imprescindibles. Es complicado llegar a ser un imprescindible. Si lo alguien lo es, es porque tiene demasiadas cosas que le hacen perder magia, pero a la vez, absolutamente todo lo que dicen la tiene, aunque a primera vista (o escucha) cueste encontrarla. Además sueles pensar que te cansaran tarde o temprano, pero no lo hacen. El problema es que los imprescindibles suelen marcharse. Es irónico ¿no? Sobre todo porque cuando te das cuenta de que esa persona pertenece a ese grupo suele ser cuando por alguna razón ya no puedes disfrutarla, no puedes disfrutar de esos momentos únicos que te envuelven. No hay que confundir gente con chispa o interesantes de los imprescindibles. Cuando tienes un imprescindible en tu vida lo sabes. Es simple y a la vez complicado. Como todo en esta vida. Y si se marchan no te preocupes. Lo bueno de los imprescindibles es que sí, suelen marcharse. Pero siempre vuelven. Las conexiones especiales es difícil que se rompan.
Las noches
Y volverá a ti en las noches más tenues, y sentirás que un pequeño error nunca es razón suficiente para decir adiós a la luz, pero ahora es tarde. Ni las lágrimas podrán borrar los besos que acabaron marchitándose, el sol que terminó apagándose ni el amor que al final se extinguió para siempre.
Cuando "nosotros" ya no era, dando paso a un "tú y yo" separado y roto que desembocaba en un "yo" a la deriva. Y el mundo se perdía y se precipitaba en un torrente de emociones, que heridas querían desembocar en algo que no fuera perder la partida. Pero no podían, y la tormenta nunca acababa, fuera el sol brillaba y nadie entendía nada..
Hoy quiero hablar de ella. A la que todos habrán conocido en mayor o menor medida, a la que todos habrán deseado, amado y odiado cuando faltaba. Nunca sabes a ciencia cierta cuándo se irá, cuándo estará, si se quedará para siempre o sólo será un efímero momento. Si corres tras ella, parece que se esconde, si dejas de buscarla, parece que aparece. Caprichosa, hermosa, luminosa, la razón por la que todos vivimos. Todos la queremos para nosotros, sujetarla fuerte y que no se vaya. Sí, ella es la felicidad. La que te invade a veces simplemente al ver una puesta de sol, al verle llegar o al escuchar tu canción preferida. La que desearías que se quedará para siempre. La que te hace sonreír. Y vivir.
Cuando "nosotros" ya no era, dando paso a un "tú y yo" separado y roto que desembocaba en un "yo" a la deriva. Y el mundo se perdía y se precipitaba en un torrente de emociones, que heridas querían desembocar en algo que no fuera perder la partida. Pero no podían, y la tormenta nunca acababa, fuera el sol brillaba y nadie entendía nada..
Hoy quiero hablar de ella. A la que todos habrán conocido en mayor o menor medida, a la que todos habrán deseado, amado y odiado cuando faltaba. Nunca sabes a ciencia cierta cuándo se irá, cuándo estará, si se quedará para siempre o sólo será un efímero momento. Si corres tras ella, parece que se esconde, si dejas de buscarla, parece que aparece. Caprichosa, hermosa, luminosa, la razón por la que todos vivimos. Todos la queremos para nosotros, sujetarla fuerte y que no se vaya. Sí, ella es la felicidad. La que te invade a veces simplemente al ver una puesta de sol, al verle llegar o al escuchar tu canción preferida. La que desearías que se quedará para siempre. La que te hace sonreír. Y vivir.
decirte
Hoy tenía que decirte que ya no sé lo que soy, que las noches se me pasan como cenizas de ayer, que las mañanas me duelen y ya no sé qué hacer.
He perdido los colores, puede que los amaneceres, y tu sonrisa se engancha en mi pecho sin dejarme respirar.
Es difícil despertar sabiendo que estás muy cerca pero que por lo visto no nos podemos juntar.
¿Quién decide los destinos? ¿Quién pone punto y final a los cuentos de verdad? Si esto fuera un film, la lluvia nos uniría, pero como no lo es me siento y estoy perdido.
Una vida y tu sonrisa es lo que llevo en mi mochila, y voy buscando la forma de vencer mi cobardía..
He perdido los colores, puede que los amaneceres, y tu sonrisa se engancha en mi pecho sin dejarme respirar.
Es difícil despertar sabiendo que estás muy cerca pero que por lo visto no nos podemos juntar.
¿Quién decide los destinos? ¿Quién pone punto y final a los cuentos de verdad? Si esto fuera un film, la lluvia nos uniría, pero como no lo es me siento y estoy perdido.
Una vida y tu sonrisa es lo que llevo en mi mochila, y voy buscando la forma de vencer mi cobardía..
Emptyness.
¿Sabes que es lo mejor de esta situación absurda? Que ella ya no está a tu lado. Y me dirás ¿pero qué dices? ¡Esa es la razón porque la que estoy hundido y lloro cada día! Pero es por eso que le quieres aún, porque la has perdido.
No porque te des cuenta de lo que tenías al perderla, que también, sino porque al no tenerla, te inventas cómo será ahora, y tú mismo construyes solo cómo sería si aún estuvieran juntos.
Te imaginas algo de una perfección brutal, y lloras por eso, porque no tienes la perfección que tú mismo te has empeñado en creer que tendrías si ella no se hubiera marchado.
Si se hubiera quedado más días, más años, probablemente no hubiera sido perfecto.
Habrían discutido, tal vez habrían acabado odiándose, quizás hubieras sido tú el que se habría marchado.
Piensa que por lo menos a ti te duró el amor.
Darte cuenta de que ya no quieres a la persona que tienes al lado debe ser horrible.
Quieres recuperarle, pero escúchame.
Si lo consigues no será como en tus sueños. Y te sentirás muy vacío al descubrir que tus sueños te engañaron. Idealízala convirtiéndola en platónico, porque solo así será perfecto para siempre.
No porque te des cuenta de lo que tenías al perderla, que también, sino porque al no tenerla, te inventas cómo será ahora, y tú mismo construyes solo cómo sería si aún estuvieran juntos.
Te imaginas algo de una perfección brutal, y lloras por eso, porque no tienes la perfección que tú mismo te has empeñado en creer que tendrías si ella no se hubiera marchado.
Si se hubiera quedado más días, más años, probablemente no hubiera sido perfecto.
Habrían discutido, tal vez habrían acabado odiándose, quizás hubieras sido tú el que se habría marchado.
Piensa que por lo menos a ti te duró el amor.
Darte cuenta de que ya no quieres a la persona que tienes al lado debe ser horrible.
Quieres recuperarle, pero escúchame.
Si lo consigues no será como en tus sueños. Y te sentirás muy vacío al descubrir que tus sueños te engañaron. Idealízala convirtiéndola en platónico, porque solo así será perfecto para siempre.
La llamo y no viene...
La llamo y no viene, y tengo ganas de llorar cuando pienso que quizás se haya ido para siempre, pues su voz es tenue y no llega a obligarme a levantarme. Quizás sea este el precio a pagar a cambio de la felicidad, que la pierda por el camino y luego no sepa cómo hacerla regresar. ¿Es que tengo que llorar para que estés a mi lado? ¿Qué puedo hacer sino llamarte y que regreses? Pero es que no depende de mí sino de ella, pues la inspiración es dulce y caprichosa, y no puedes hacer más que continuar y dejar que venga sola y libre como siempre...
Error
Quisiera poder decirle algo a todas las personas que, cuando cometí un error, no me dieron una oportunidad más.
Pero no puedo.
Aún estoy buscando como resolverme.
No sé qué decirme frente al espejo cada vez que me veo ojeroso y con poco espíritu, por dar segundas oportunidades desesperanzadas.
El que perdona fácil siempre termina malherido.
Cada oportunidad que se ofrece lleva implícita una esperanza y de la misma manera se acarrea el riesgo de que ésta se rompa.
Inversión de riesgo, eso es, si ocurre una vez nada te asegura que no ocurrirá una segunda.
Pero suponemos que está bien así como somos los humanos, impredecibles y únicos, atarantados, caminando sobre la floja cuerda del confiar porque amamos y el amar porque confiamos.
sin problemas
No tengo problemas con la tristeza, o la soledad, no lo tomen mal, me gusta la felicidad, pero no me importa cuando llega, porque cuando eso ocurre se siente como sí hubiera estado allí atemporal, plena, desde siempre.
La lluvia
Caminar de noche bajo la lluvia a veces es como llorar, o anticiparse a las lágrimas;
poner pie, por error, en un charco invisible sobre la oscurecida acera y sentir la helada humedad en la punta de los dedos del desafortunado pie, es como un traguito amargo de sailva, justo ese que precede a la injusta – pero liberante – lágrima;
y los recuerdos.
Los aprisionantes recuerdos.
Vivimos rapido
Vivimos rápido, a veces demasiado. Se nos olvida lo bonito que es saborear cada momento, cada instante, que por pequeño o duro que sea, tiene magia. Pero hay momentos en los que paras, te calmas y te acuerdas de vivir en mayúsculas. Y es entonces cuando todo se pone en su lugar y te da fuerzas para seguir avanzando al ritmo correcto.
Vienen cosas mejores por hacer
La vida pasa rápida, a veces no nos damos ni cuenta, pero cada instante debe ser vivido al máximo, ya que pasa como un soplo de aire y no se volverá a repetir jamás. Como oí decir a alguien hace poco “ nadie tiene días siempre mejores”. No cuesta ordenar la frase y quedarse con que es cierto, no todos los días que vivamos serán los mejores, y puede ser que ya hayamos llegado al máximo ( o incluso lo hayamos superado) en el pasado. Aún así, debemos seguir buscando ese estado llamado felicidad, o al menos algo que se le parezca. Aunque quizás ahora nos sintamos desorientados, seguiremos caminando, pues tarde o temprano, encontraremos nuestro rumbo y hacia allí dirigiremos nuestros pasos.
Caja de colores
Una mañana me enfadé conmigo mismo y decidí que no podía seguir así. Tenía que hacer una limpieza para poder seguir adelante, por lo menos debía intentarlo. No podía tirar mis recuerdos sin más, pero tampoco podía dejar que siguieran en mi corazón destrozando todo a su paso. Decidí guardarlos por si algún día necesitara usarlos de nuevo.
Cogí una caja y empecé por el principio: la primera vez que te vi, sobresaliendo entre la gente, las primeras palabras y la primera sonrisa de complicidad. Entonces me di cuenta de que prefería ordenarlo por colores.
La caja amarilla la dediqué a las sonrisas. Todas las tuyas, las sinceras, las de “ hemos ganado”, las traviesas, las divertidas, las burlonas y las que me dabas cuando me veías. Las mías, las naturales, las cariñosas, las tímidas, las que te encontraban y las que te perdían…Las nuestras, las fugitivas, las complicadas y las inconformistas que querían más.
La caja de color marrón, la de las miradas. Las de tus ojos marrones, tiernas, apasionadas, preocupadas, enfadadas, tristes, dulces. Las mías: decepcionadas, esperanzadas, atrevidas, provocativas. Miradas de complicidad, cariño y valentía.
La verde, esperanzada, para los gestos. Tu implicación, mi cobardía, tu indecisión, mis caprichos, tu orgullo, mi esfuerzo, tu pereza, mi inocencia…Todo eso recogido en gestos, los típicos que nos ayudaban a dejar a un lado palabras innecesarias.
La caja azul, llena de palabras. Las bonitas, las sinceras, las de doble sentido, las que prometían todo, las que no llegaban, las que dolían y las que iban más allá.
La caja gris, de los días que no nos veíamos.
Una morada, la de los partidos.
Otra beige para los reproches, una naranja para las promesas,
una blanca para los silencios incómodos, culpables y los que existían al juntarse dos bocas en un beso. Y muchísimas tonalidades más, para las conversaciones interminables, los cuentos que me contabas, las caricias, los miedos, las lágrimas, los abrazos, los “ no te vayas”…¿ Y los sentimientos? Casi me los olvido, y me quedé sin colores.
¿ De qué color son los sentimientos? Así que me dije a mí mismo que todo estaba guardado ya, que quedaba la indiferencia, pero ya se sabe, que también quedan las mentiras. Recogí el amor y acabé de cerrar la última cajita. Las guardé y las miré con un suspiro, ahora tocaba vivir. Pero yo, torpe de mí, con esta memoria que es como un colador, me olvidé de la nostalgia.
Traté de redecorarlo todo, ahora había muchísimo espacio. Pero no sé cómo, la caja de los sentimientos se abrió, estaba demasiado llena.
La nostalgia me molestaba al leer o escuchar tu nombre, y el amor que no había cabido me abrazaba. Era soportable. Pero cometí un error, como no podía dormir abrí alguna caja. El cariño, el amor y la nostalgia me atacaron, la tristeza acudió a su llamada, y tuve que recuperar tus abrazos para poder conciliar el sueño.
A la mañana siguiente no tuve fuerzas para recogerlo todo de nuevo, no sé si por pereza o porque el vacío era demasiado grande. El calor me agobiaba, la fecha no acompañaba, puse el aire al máximo para congelarme como aquella noche de febrero. Fue otro error, uno más para mi lista que crecía cada vez más, porque las cajas se abrieron de repente, como acudiendo a una llamada invisible. Y con ellas las dudas, la incertidumbre, el miedo y el agobio. Me quedé quieto esperando a que la luna volviera a verse por la ventana.
Cogí una caja y empecé por el principio: la primera vez que te vi, sobresaliendo entre la gente, las primeras palabras y la primera sonrisa de complicidad. Entonces me di cuenta de que prefería ordenarlo por colores.
La caja amarilla la dediqué a las sonrisas. Todas las tuyas, las sinceras, las de “ hemos ganado”, las traviesas, las divertidas, las burlonas y las que me dabas cuando me veías. Las mías, las naturales, las cariñosas, las tímidas, las que te encontraban y las que te perdían…Las nuestras, las fugitivas, las complicadas y las inconformistas que querían más.
La caja de color marrón, la de las miradas. Las de tus ojos marrones, tiernas, apasionadas, preocupadas, enfadadas, tristes, dulces. Las mías: decepcionadas, esperanzadas, atrevidas, provocativas. Miradas de complicidad, cariño y valentía.
La verde, esperanzada, para los gestos. Tu implicación, mi cobardía, tu indecisión, mis caprichos, tu orgullo, mi esfuerzo, tu pereza, mi inocencia…Todo eso recogido en gestos, los típicos que nos ayudaban a dejar a un lado palabras innecesarias.
La caja azul, llena de palabras. Las bonitas, las sinceras, las de doble sentido, las que prometían todo, las que no llegaban, las que dolían y las que iban más allá.
La caja gris, de los días que no nos veíamos.
Una morada, la de los partidos.
Otra beige para los reproches, una naranja para las promesas,
una blanca para los silencios incómodos, culpables y los que existían al juntarse dos bocas en un beso. Y muchísimas tonalidades más, para las conversaciones interminables, los cuentos que me contabas, las caricias, los miedos, las lágrimas, los abrazos, los “ no te vayas”…¿ Y los sentimientos? Casi me los olvido, y me quedé sin colores.
¿ De qué color son los sentimientos? Así que me dije a mí mismo que todo estaba guardado ya, que quedaba la indiferencia, pero ya se sabe, que también quedan las mentiras. Recogí el amor y acabé de cerrar la última cajita. Las guardé y las miré con un suspiro, ahora tocaba vivir. Pero yo, torpe de mí, con esta memoria que es como un colador, me olvidé de la nostalgia.
Traté de redecorarlo todo, ahora había muchísimo espacio. Pero no sé cómo, la caja de los sentimientos se abrió, estaba demasiado llena.
La nostalgia me molestaba al leer o escuchar tu nombre, y el amor que no había cabido me abrazaba. Era soportable. Pero cometí un error, como no podía dormir abrí alguna caja. El cariño, el amor y la nostalgia me atacaron, la tristeza acudió a su llamada, y tuve que recuperar tus abrazos para poder conciliar el sueño.
A la mañana siguiente no tuve fuerzas para recogerlo todo de nuevo, no sé si por pereza o porque el vacío era demasiado grande. El calor me agobiaba, la fecha no acompañaba, puse el aire al máximo para congelarme como aquella noche de febrero. Fue otro error, uno más para mi lista que crecía cada vez más, porque las cajas se abrieron de repente, como acudiendo a una llamada invisible. Y con ellas las dudas, la incertidumbre, el miedo y el agobio. Me quedé quieto esperando a que la luna volviera a verse por la ventana.
No es algo fácil...
No es algo fácil de comprender, no es algo fácil de asimilar. Me costó bastante entender que es el azar quién gobierna el mundo, al fin y al cabo no somos nosotros quienes decidimos lo que pasa a nuestro alrededor. Deberíamos poder prepararnos para cada adiós, pero la mayoría de las veces la vida nos encuentra desprevenidos. Tampoco serviría de mucho saberlo, los trenes salen a una hora determinada y nadie consigue evitar el llanto cuando te quedas solo en el andén, viendo alejarse un trozo de ti mismo.
A veces tenemos a alguien muy cerca, pero no reparamos en su presencia. Viendo fotos, revistas del instituto y recordando momentos, veo que hubo más de una ocasión en la que ciertos acontecimientos podrían haberse producido mucho antes. Sí, la unión podría haber sido antes. Pero como ya digo, es el azar el que gobierna el mundo, y fue él quién me señaló el momento y el lugar. Si nunca nos habíamos tocado, fue por algo. Todo ocurre por un motivo, por eso sé a ciencia cierta que el azar hará girar mi mundo de nuevo, porque hay cosas que están bien como están, y tarde o temprano, vuelven al mismo lugar.
A veces tenemos a alguien muy cerca, pero no reparamos en su presencia. Viendo fotos, revistas del instituto y recordando momentos, veo que hubo más de una ocasión en la que ciertos acontecimientos podrían haberse producido mucho antes. Sí, la unión podría haber sido antes. Pero como ya digo, es el azar el que gobierna el mundo, y fue él quién me señaló el momento y el lugar. Si nunca nos habíamos tocado, fue por algo. Todo ocurre por un motivo, por eso sé a ciencia cierta que el azar hará girar mi mundo de nuevo, porque hay cosas que están bien como están, y tarde o temprano, vuelven al mismo lugar.
Cara o cruz
Incertidumbre. Miedo. Dolor. Pesar. En eso se puede traducir nuestra existencia. Sin embargo siempre existe la otra cara de la moneda, esa que a veces cuesta más poder observar cuando la otra cara pesa demasiado. Sonrisas. Felicidad. Sol. Amor. Nuestra existencia también puede ser traducida en una lucha por conseguir que nuestra moneda quede siempre del lado más brillante. Entonces, ¿ qué? ¿ cara o cruz? Tú decides.
Hoy tendré que echarte a suertes:
- Cruz: olvidarte.
- Cara: quererte para siempre.
Hoy tendré que echarte a suertes:
- Cruz: olvidarte.
- Cara: quererte para siempre.
Estrella fugaz
Solo decirte que cuando pienso en ti pienso en una estrella fugaz. ¿ Alguna vez has visto una? Surcan el cielo oscuro en un momento y lo iluminan con su luz en un instante efímero pero hermoso. Entonces se pide el deseo y por un momento parece que todo es posible. Pero luego vuelve otra vez la oscuridad de la noche, y ese efecto mágico desaparece.
Atrévete a seguir iluminando el cielo con tu luz de vez en cuando, y deja de pensar que son los demás quienes son estrellas en un cielo inalcanzable. Nadie es mejor que tú. No sé si algún día volverás a iluminar la oscuridad en la que vivo, pero tienes tanta magia concentrada que a veces pienso que todo es posible.
El mundo gira, nunca deja de hacerlo. Cuando sentí que me moría me sorprendió ver que la gente seguía caminando, que nadie se daba cuenta de que yo había dejado de ser una persona completa ni de que dejaba trocitos de mi ser con cada paso. Solo somos una parte pequeñita en un mundo demasiado grande. Pero aún así fuimos muy fuertes. Nuestra magia siempre existirá anclada en aquellos días aunque jamás volvamos a vernos.
Atrévete a seguir iluminando el cielo con tu luz de vez en cuando, y deja de pensar que son los demás quienes son estrellas en un cielo inalcanzable. Nadie es mejor que tú. No sé si algún día volverás a iluminar la oscuridad en la que vivo, pero tienes tanta magia concentrada que a veces pienso que todo es posible.
El mundo gira, nunca deja de hacerlo. Cuando sentí que me moría me sorprendió ver que la gente seguía caminando, que nadie se daba cuenta de que yo había dejado de ser una persona completa ni de que dejaba trocitos de mi ser con cada paso. Solo somos una parte pequeñita en un mundo demasiado grande. Pero aún así fuimos muy fuertes. Nuestra magia siempre existirá anclada en aquellos días aunque jamás volvamos a vernos.
A veces
A veces todos necesitamos un cambio, cortar con todo y volver a nacer. Empezar de cero se suele decir. Pero es que hay malos hábitos, que a veces llegan a resultar desagradables y redundantes, que están tan, tan arraigados que no se pueden destruir así como así pues su estela siempre te persigue. No importa lo lejos que huyas, siempre te acaban encontrando.
"Cuando el echar de menos se convierte en un estado de vida."
¿ Qué pasa cuando tu pasado te persigue continuamente sin dejarte avanzar de ningún modo? ¿ Qué pasa si todo se te echa encima agobiándote hasta tal punto que solo quieres gritar y dejarlo todo muy atrás? Así me siento. No puedo expresar con palabras el cúmulo de sensaciones contradictorias que me invaden de un tiempo a esta parte.
Y mira por donde resulta que el tiempo pasa, y la maraña de sueños que tejimos ayer con paciencia ordenada, hoy se está enredando de tal modo que dentro de un tiempo no recordaremos el orden que impusimos para que todo fuera más fácil. Ya no somos ángeles, nos hemos pasado a un lado que el mismo desengaño nos ha impuesto en esas noches demasiado largas, esas noches sin dormir preguntándonos porqué las cosas no habían ido como habíamos planeado. Es triste darse cuenta de que todo está cambiando, ya no hay paredes verdes ni fotos con fondo rojo, los bares que pisábamos están cerrando, los símbolos que querían decir “ para siempre” ahora han creado una especie de maldición que dice “ fin”. La apoteosis también ha finalizado, y con ella atrás ya no hay forma de saber si un día se hará justicia, si en algún momento los sueños serán recuperados o se quedarán a vivir para siempre en el cajón del olvido. Qué jodidamente absurda es la vida, qué jodidamente ridículo parece todo ahora que ya no puedes recordar ni el motivo por el que lo dejaste todo un día si luego te cansaste y quisiste huir muy lejos. Qué difíciles son las noches cuando ya no quedan sueños. ¿ Y detrás de las sonrisas? Allí es dónde se esconde la verdad que un día saldrá a la luz. Pero hasta entonces, shhh. No se lo digas a nadie, tan solo es un secreto que el tiempo pondrá en su lugar… si quiere.
"Cuando el echar de menos se convierte en un estado de vida."
¿ Qué pasa cuando tu pasado te persigue continuamente sin dejarte avanzar de ningún modo? ¿ Qué pasa si todo se te echa encima agobiándote hasta tal punto que solo quieres gritar y dejarlo todo muy atrás? Así me siento. No puedo expresar con palabras el cúmulo de sensaciones contradictorias que me invaden de un tiempo a esta parte.
Y mira por donde resulta que el tiempo pasa, y la maraña de sueños que tejimos ayer con paciencia ordenada, hoy se está enredando de tal modo que dentro de un tiempo no recordaremos el orden que impusimos para que todo fuera más fácil. Ya no somos ángeles, nos hemos pasado a un lado que el mismo desengaño nos ha impuesto en esas noches demasiado largas, esas noches sin dormir preguntándonos porqué las cosas no habían ido como habíamos planeado. Es triste darse cuenta de que todo está cambiando, ya no hay paredes verdes ni fotos con fondo rojo, los bares que pisábamos están cerrando, los símbolos que querían decir “ para siempre” ahora han creado una especie de maldición que dice “ fin”. La apoteosis también ha finalizado, y con ella atrás ya no hay forma de saber si un día se hará justicia, si en algún momento los sueños serán recuperados o se quedarán a vivir para siempre en el cajón del olvido. Qué jodidamente absurda es la vida, qué jodidamente ridículo parece todo ahora que ya no puedes recordar ni el motivo por el que lo dejaste todo un día si luego te cansaste y quisiste huir muy lejos. Qué difíciles son las noches cuando ya no quedan sueños. ¿ Y detrás de las sonrisas? Allí es dónde se esconde la verdad que un día saldrá a la luz. Pero hasta entonces, shhh. No se lo digas a nadie, tan solo es un secreto que el tiempo pondrá en su lugar… si quiere.
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