Cuando esto acabe, voy a llorar un mes. Ahorita no puedo porque o lloro o tomo decisiones.
regreso no tardó
despedida
vieja loca y enojada
domingo
De niño, el domingo era un día desperdiciado. Lo odiaba y no comprendía su razón de existir. Hacía tareas atrasadas, arreglaba los libros de la escuela y me dormía temprano. A veces comíamos en algún restaurante con familiares o amigos; también íbamos a misa e imaginaba a Dios dormido en una hamaca, mientras una bola de insensatos le daba las gracias o le pedía favores el único día que descansa.
A la fecha, me es imposible disfrutar un domingo sin remordimientos. Así esté con la gente más maravillosa en el lugar más chingón del mundo. El simple hecho de pensar que al día siguiente se tiene que trabajar, arruina cualquier intento de goce.
Me molesta tener que regresar a casa si estoy en algún rancho o quinta campestre; me molesta dejar de tomar cerveza durante la comida para que el lunes no me pegue la cruda; me molesta pensar en todos los pendientes de la semana laboral: abrir temprano, ir al banco, pagar facturas, mandar correos, buscar clientes, etc. Me resulta triste esperar que el bullicio de la mañana me despierte para reanudar una rutina.
Si alguien tiene una receta efectiva para disfrutar plenamente de un domingo, por favor pásemela.
tumba
Nunca he pensado en el concepto de cavar mi propia tumba como algo real. Nunca, desde que tengo uso de razón, he pensado ni por un solo momento, en ser enterrado cuando muera.
Creo que esto se debe sobre todo a que cuando era niño, escuché aquella leyenda urbana sobre la muerte de Joaquín Pardavé; enterrado vivo debido a un ataque cataléptico. Recuerdo la impresión que aquella imagen me causó y desde entonces me considero parte de ese enorme número de gente que piensa que las formas más horribles de morir son: a) quemado. b) ahogado. c) enterrado vivo.
Pero también hay otra razón que, irónicamente, es irracional. Simplemente, no me gustaría que los restos inanimados de lo que alguna vez fui físicamente, se pudrieran en una caja. Lo mío, lo mío, es –ya bien muerto, asegúrense de eso- ser cremado.
El destino que quisiera para mis cenizas sería –obviamente- que fueran esparcidas en el espacio y que vagaran por el éter durante millones de años. Pero haciendo a un lado las chaquetas mentales y estando consciente de que lo más cercano que estaré en mi vida (y muerte) de un transbordador espacial es viendo desde mi sofá un programa del Discovery Channel, no me queda más que desear que cuando se me acabe la cuerda, alguien se trepe a un cerro y que por lo menos mis restos carbonizados sean esparcidos al aire y que gracias al smog y a la lluvia acida, terminen encima de un montón de personas. Y si tengo suerte, aunque sea una pequeña partícula le caiga en el ojo a Jaime Maussan y se lo infecte. De todos modos, dentro de cinco mil millones de años, nuestro Sol entrara en la Secuencia Principal y se convertirá en una nova; cruzo los dedos para que, antes de reventar en un ultimo estertor nuclear, evapore a la Tierra y entonces sí, los átomos que queden de lo que fui volverán a ser polvo de estrellas.
Mientras tanto, lo más cerca que estoy del concepto de cavar mi propia tumba es cuando se apaga el piloto del boiler y tengo que meter media cabeza para encenderlo de nuevo.
Pero algún día, algún día…
abismo
Y de pronto sentí sobre mí una sombra, una sensación de desasosiego. Algo oculto, algo primordial se apoderó de mí y me llenó de la angustia irracional de aquel que sabe que ahí se encuentra la respuesta a todo. Aún sin saber lo que era, sin saber de donde procedía aquel pesar, mi alma se llenó de dudas. Deseaba escapar, pero algo me lo impedía; tratar de pensar en ello me llenaba de confusión, como si ello quisiera evitar que me alejara y al mismo tiempo, no dejarme tampoco adivinar su naturaleza. Así, en ese estado de frustración, pasaron largas horas, aún cuando el concepto de tiempo parecía haber pedido sentido para mí.
Salí y miré a mí alrededor. El cielo era una sucia mancha escurrida y siniestra que parecía destilar maldad. Nubarrones pegajosos y veteados de negro rebozaban de pesar. Aquel cielo espantoso se fundía en el horizonte con una tierra yerma y seca, abandonada desde hacía incontables eones. No podía ver nada más a lo lejos; daba la impresión de haber sido abandonada en una época primigenia, cuando ninguna de las cosas que conocemos o creemos conocer existían; cuando aun éramos una esbozo en los abismos transplutonicos...
El viento -o lo que parecía serlo- traía voces lejanas en lenguajes prohibidos; susurros que contaban secretos inconmensurables, verdades que no debían ser escuchadas por hombre alguno...y fue entonces cuando lo vi.
No sabría decir si primero lo vi o lo sentí, pero desee con todas mis fuerzas que un dulce y piadoso desvanecimiento se apoderara de mí, pero no fue así y tuve que ver, oír y sentir algo que me dejo al borde de la locura.
De entre las nubes surgió -o reptó, o nació, no lo sé-, una cosa que ninguna imaginación hubiera podido concebir. Algo inenarrable, susurrante, del que aún sin poseer algún rasgo específico, podía yo percibir un torrente incontrolable, inmenso y pavoroso de maldad. Pero no era una maldad como nuestros pobres cerebros pueden concebir, no; esta era la esencia total, completa; como si el conjunto eterno de desdicha, dolor y pesar se sumaran en una sola entidad. El ser sin ojos me miró y pude sentir, de golpe, su pensamiento dentro de mi cabeza. Yo me aferraba como un naufrago a la poca cordura que me quedaba; me sentí lleno de todos los pensamientos del universo; el conocimiento de toda la eternidad explotó dentro de mí, y en un solo instante pude comprender todo. Me llenó de horror conocer la verdad, algo tan impensable, tan espantoso que en ese momento sentí romperse algo dentro de mí.
Desde entonces vivo sin vivir y vago por el eterno espacio. Mi mente se fundió con la del ser, mi alma se unió con el Caos primigenio y puedo ser todo sin ser nada. Es por eso que aún ahora puedo estremecerme de horror al recordar lo que ocurrió aquel día, cuando aquella cosa bajo del cielo; porque al verla, lo único que hice fue verme a los ojos, porque ese ser, esa abominación, era yo.
Una sola noche
Fue hace muchos años. La había conocido hacía poco y después de mucho trabajo de auto convencimiento, me animé y un viernes la invité a un pequeño café dentro de una vieja casona. Las mesas eran de madera y estaban en penumbra, sólo eran iluminadas por una pequeña vela en dentro de un vaso de cristal de colores. Al fondo, un tipo rasgaba suavemente una guitarra. El mesero nos sugirió unos cuantos vinos, pero yo no tenía idea si ella tomaba o no, así que mejor pedí la carta y le enumeré los platillos para que escogiera algo. Ella decía que no a todo y al final sólo pidió un café. Yo no supe que hacer y también ordene uno, aunque no acostumbraba tomarlo. Mis planes para una cena romántica se fueron al carajo en ese momento. Toda la noche intente acercarme, pero no pude hacerlo; físicamente ella estaba ahí, pero emocionalmente estaba lejísimos. Ahí sentado, sin saber que decir o que hacer para lograr conectar, nunca solté la carta del menú. Le di vueltas en mis manos toda la noche y la releí docenas de veces mientras intentaba alcanzar a una persona que nunca había estado a mi alcance. La noche terminó en solitario.
déjen comer en paz
martes
nieve
Dejé de ver nevar y de creer en la magia hace muchos años.
Cuando se deja de creer en algo, una parte de nosotros muere. Indudablemente.
Tantos años sin ver nevar y, curiosamente, siento como si una avalancha hubiera enterrado parte de lo que fui; como si debajo de un montón de nieve que me oprime el pecho estuviera muerto el que quiero ser.
Tomé el coche y manejé casi un día entero sin parar. Durante el trayecto, pensé en renunciar a todo: en jamás volver al lugar donde me he ido perdiendo.
Quince horas de carretera después, llegué a un primer destino. Caí rendido sobre una cama de alquiler, con los pies adoloridos.
En la mañana, al despertar, estaba nevando.
cosas sencillas
colores
Olvídame
Olvídame,
No dejes que mi voz, te toque el corazón,
No escuches, mis sollozos, a la luna,
No contestes cuando aúlle, ni me esperes en la bruma,
De tu madrugada, casi siempre oscura.
Olvídame, y vuélveme la espalda,
Olvídame, descubre mi mortaja.
No dejes que el adiós, se anude en tu interior,
Haciendo, del dolor, una corbata,
No tengas compasión, y no la tendré yo,
Para que a la luz del tiempo, me trague mis palabras.
Olvídame, y vuélveme la espalda,
Olvídame, descubre mi mortaja.
Olvida que el olvido, tiene cosas de los dos,
Olvídame, que no sepa mi mirada,
Que viviste en el ayer,
Que no duela en mi garganta.
Contar que una vez tu piel,
Puso marcas en la mía,
Como prueba de su historia.
Olvídame, que el ocaso no te lleve,
Hasta mi desnudez,
Que no quede ni un recuerdo,
Con el alma en pie,
Que el olvido, no se llene, de memoria.
Olvídame y vuélveme la espalda,
Olvídame, descubre mi mortaja.
Olvida que el olvido, tiene cosas de los dos,
Olvídame, que no sepa mi mirada,
Que viviste en el ayer,
Que no duela en mi garganta.
Contar que una vez tu piel,
Puso marcas en la mía,
Como prueba de su historia.
Olvídame, que el ocaso no te lleve,
Hasta mi desnudez,
Que no quede ni un recuerdo,
Con el alma en pie,
Que el olvido no se llene, de memoria.
Olvídame, porque no puedo buscarte,
Y volver a perder,
Porque una palabra tuya,
Y no habrá más, que hacer,
Porque miento, mucho peor, de lo que piensas
,
Y porque contra mis fuerzas, te olvidé,
Olvídame.
trovador del barrio
Sí: tomé la decisión de aislarme. Opté por la reclusión casi total para poder crear un mundo propio, a mi gusto, pues las ofertas de éste ya no me atraen en lo absoluto. Me convertí en un ermitaño para edificar un universo personal que ya existía dentro de mí, pero que había descuidado; un cosmos interno que es imposible mezclar con el entorno bárbaro y vacío que nos rodea.
Me di cuenta que lo que he llevado dentro de mí toda la vida, no es el reflejo de lo que hay allá afuera. Y me sentí engañado. Algo decepcionado. Por eso, con mi aislamiento, tengo la esperanza de que, al menos, los metros cuadrados que habito sean el reflejo de mi interior. Mi único refugio. El mundo como lo quiero.
¿Y sabes qué es lo mejor, Gustavo? Me di cuenta que en verdad no necesito nada. Pero aún mejor es saber que nadie necesita de mí. Te repito: no hay nada que puedan ofrecerme y, lo que yo puedo ofrecer, no les interesa. Estamos a mano. No existe nada allá afuera que me entusiasme tanto como lo poco que tengo en mi pequeño mundo, donde decidí encerrarme voluntariamente y a la vez arrastrado por factores externos que no soporté más.
Sembré árboles en el patio de la casa que habito y llené cada rincón con plantas, pues siempre quise vivir en la selva sin perder ciertas comodidades. Decoré las paredes con mis fotos, mis dibujos y mis recuerdos; y amueble el comedor, la cocina y la habitación a mi gusto, con poco dinero.
Tengo a Hermann Hesse, Charles Bukowski, Italo Calvino, Ayn Rand, Pacheco, Paz, Cortázar y a muchos más en los libreros. A Kurosawa, Del Toro, Linklater, Cazals, Wenders, Bergman y otros en el mueble del televisor, donde también tengo algunos discos compactos.No necesito nada más. No hay nada que no tenga ahí. Estoy en paz. Estoy feliz"
la fe
Tampoco me salgan con eso de que “la esperanza nunca muere” para justificar el charco de mierda en el que estamos sumergidos.
Ah, y mucho menos vengan a decirme “¿y tú qué haces para que las cosas mejoren, aparte de quejarte?”, porque en verdad hago mucho con el simple hecho de ser yo.
Eso de tener fe y no perder la esperanza me parece el consuelo de los mediocres y los huevones (y que conste que yo a veces me siento mediocre y huevón). Obviamente es preferible decir: “Ten fe” o “No pierdas la esperanza” a corregir el curso erróneo de las cosas y combatir los problemas desde la raíz.
Es como cuando las autoridades y los medios nos piden “ser pacientes” mientras manejamos a vuelta de rueda en un embotellamiento. Obviamente nos dicen eso porque es más fácil y económico vivir en una puñeta mental que construir vialidades inteligentes y ofrecer transporte público eficiente.
Es más fácil decirle a la gente que si tienen fe, la virgencita va a velar por su bienestar, aunque la mierda la tengan hasta el cuello. Creen que el bienestar nos lo va a dar la fe, no la ciencia, no la tecnología, no la educación. La fe basta con tenerla, lo otro, cuesta esfuerzo... y qué hueva.
Así es que ya, por favor… Si andan con sus jaladas de que la fe mueve montañas y de que la esperanza nunca muere, mándenme por favor el video o la foto de la montaña que movieron con fe, y yo les juro que les mando la foto del funeral de la esperanza.
ve
maleta
basta
No niego que al principio dije
Pero hasta la ilusión se cansa
De esperar el beso que nunca llegó
Ese que vivía en mi imaginación
No sé quién era más cobarde
Si tu indiferencia o mi resignación
Amarte con tanta locura pero el miedo
Me hizo desgarrar los sueños y no puedo más
Al lado de un fantasma
Que solo me ha hecho llorar
Y que no acuesta el alma
Me abraza por necesidad
Y cuando tiene ganas
En un mar de arena
De darte todo de mi vida
Sin que tú lo sepas
Basta, basta, basta
De llorar
Ese que vivía en mi imaginación
No sé quién era más cobarde
Si tu indiferencia o mi resignación
Amarte con tanta locura pero el miedo
Me hizo desgarrar los sueños y no puedo más
Al lado de un fantasma
Que solo me ha hecho llorar
Y que no acuesta el alma
Que abraza por necesidad
Y cuando tiene ganas
En un mar de arena
De darte todo de mi vida
Sin que tú lo sepas
Basta, basta, basta de llorar
Basta, basta, basta
Basta de aferrarme a hacer castillos
En un mar de arena
De darte todo de mi vida
Sin que tú lo sepas
Basta, basta, basta
De llorar
solo necesito ésto
limites
a veces en la vida es necesario poner limites.
A partir de hoy yo dare lo mismo que recibo,
el mismo trato,
los mismos mensajes,
el mismo interes,
las mismas ganas de hablar.
las ganas de verse.
Se que todos estamos pasando por muchas cosas, experiencias, retos, cosas nuevas, pero siempre hay tiempo para lo que realmente importa, pero si no eres prioridad , no te dan tu lugar , la importancia. pues no hay nada que hacer.
simplemente me gustaria ver el mismo interes de hacer realidad todo lo que se platico en su momento, reitero para lo que realmente uno quiere siempre hay tiempo, y tu no lo tienes para mi.
Que debiles somos cuando realmente queremos a alguien.
37 años
Hoy, a mis 37, amaneció como me gusta: nublado. La gente y la ciudad siguen siendo las mismas y no espero que cambien; simplemente porque hoy amaneció nublado. Porque las nubes son como un telón gris que cae y esconde todo lo malo. Un telón que se despejará por la tarde esperando que el escenario quede limpio e iluminado.
otras 50 cosas que no sabias de mi
Otras 50 cosas que no sabían de mí.
renuncio mi vesícula
mudanza
brisa
Algunas hojas rozan el empeine de mis zapatos. Otras de color más pálido me regalan un crujido suave al dejarse pisar.
Las hojas acompañan mis pasos siempre y cuando no vaya en contra del viento.
Antes me gustaba ponerme de frente al viento. No era por llevarle la contra, era simplemente caminar, volver la vista atrás y pensar que todas esas hojas rodantes eran el montón de ofensas, fracasos o algo desagradable que pretendía olvidar. Creía que el viento, haciéndome un favor por dirigirme hacía él, se las llevaba para siempre.
Pero el lugar de donde nace el viento es como ir a donde comienza el arcoíris: no puedes llegar.
Entonces retomé lo que todos sabemos: que la Naturaleza es la Naturaleza y sólo por eso es sabia y perfecta. Deduje que si el viento soplaba hacia determinada dirección era porque la Naturaleza así lo quería.
Por eso mejor decidí caminar con la brisa de otoño y las hojas que arranca. Ahora no miro hacia atrás, pues la corriente de aire empuja las hojas hacia adelante. Hacia donde voy. Dejé de ver las hojas como todo lo funesto que quisiera olvidar y decidí verlas como novedades y oportunidades. Algo que me espera en el lugar donde el viento dejará de soplar a mi espalda y soplará en mi rostro al llegar.
haz tu viaje
De hecho, te hacen creer que todo tiene un sentido para que no emprendas el viaje. Tu viaje. Ése que sólo tú entenderías. Los viajes abren la percepción, nos vuelven sabios; por eso los viajeros son peligrosos. Es mejor que todos piensen que esto es lo único que hay y no anden en busca de “algo más”.
Se dice que la vida es un viaje, pero no entiendo entonces por qué la mayoría de la gente se empeña en hacer lo mismo una y otra vez. Imitan. Viven en repetición y de tanto repetir se transforman en eructos desagradables.
Si lo importante es el trayecto y no el destino, ¿por qué tenemos que caminar pisando sobre las huellas de otros que ya recorrieron ese camino que, a final de cuentas, lleva siempre a donde mismo?
Se me figura que vivir así es como viajar a Paris con la única intención de conocer la torre Eiffel, en vez de perdernos entre sus miles de calles, mercados y olores. Es como viajar al otro lado del mundo para terminar comiendo en un McDonalds con otros turistas tan ignorantes como nosotros. Es precisamente esa seguridad de lo repetitivo la que da cierta tranquilidad pero al mismo tiempo nos mata poco a poco.
El destino no importa, pues ya lo conocemos. Es único y no saldremos vivos. No adelantemos ese destino creyendo que la vida tiene sentido sólo porque un puñado de gente sigue patrones naturales, sociales, ideológicos o culturales que ni siquiera ellos mismos crearon. Desde el momento en que dejamos de emprender un viaje por nosotros mismos hacia nosotros mismos por hacer el viaje que –por así decirlo- “nos organizó la agencia” -y en el cual es imposible romper el itinerario-, morimos. Nunca olviden eso.
Vean alrededor y se darán cuenta que las personas que creen conocer el sentido de la vida rara vez emprenden esas travesías internas. No las realizan porque creen que el viaje es sólo “por fuera”, no una mezcla de ambos. Muchos no buscan la odisea interior porque en ella uno mismo tiene que irse haciendo sus rutas. En el otro viaje -ése que conocemos como “vida real”-, hacen todo por nosotros: nos dicen a dónde ir, a dónde no ir, cómo llegar, qué llevar, qué vale la pena ver y qué no vale la pena. Y les creemos.
Haz tu viaje. Eso que ves, crees y sientes no es todo lo que hay.